Death to All abrumó El Teatrito con el legado de Chuck Schuldiner

La banda formada por Steve Di Giorgio en el bajo, Bobby Koelble en viola, Gene Hoglan en batería y el joven Max Phelps en viola y voz, se presentó nuevamente en Argentina luego de una ya remota presentación en 2014. Death to All repasó un repertorio bastante diverso de la carrera de Death, con los himnos de la banda más importante, si no la mejor, de la historia del Death Metal.

Desde Vientos de Poder, te contamos los detalles de una noche atiborrada de técnica, brutalidad y muchísima nostalgia.

El Purgatorio

Es miércoles, todavía no son las cinco de la tarde. Los que ayer eran feligreses son hoy, en el capitalismo tardío, autómatas alienados que, apurados, caminan por la calle a la salida de su trabajo. Cambia la imagen del dios, pero el Tótem sigue dictando el pulso y el curso de sus vidas. Otrora Jesús, apóstol y sumo sacerdote; hoy, el dinero, la idea del éxito y el individualismo son el becerro de oro en períodos liberales. Escenas cotidianas de la vida posmoderna.

Una contra imagen de aquello crece en la esquina. Una turba impertérrita y de miradas torvas y contraídas en la intersección de Sarmiento y Avenida Callao contrasta con las imágenes citadinas de todos los días. Algunos buscan correr el velo y ver, si no la verdadera, otra realidad, lejos del Tótem ideológico. Como lo sentencian los primeros pasajes de “The Philosopher”: “There is a line you must draw / Between your dream world and reality” [Ahí hay una frontera que debes trazar / entre el mundo del fetichismo y la realidad].

Las expectativas que tengo para esta fecha son alevosas. Pienso que, como a la mayoría de los que estamos acá, nos abruman varias emociones; por un lado, la manija y la ansiedad de entregarnos a las cadencias del mejor Death Metal. Por otro, una suerte de nostalgia, una fibra sensible, honda y muy propia que late y que enseguida nos figura ese cassette usado comprado en el Parque Rivadavia, con la tapa del «Leprosy», con ese muerto leproso y misterioso que sintetiza en una sola imagen una banda que, al menos para quien escribe, significó un punto de inflexión. Un nuevo grado cero en la vida. ¿Qué había pasado hasta entonces en mis cándidos y entusiastas 15 años sin haber escuchado esto?

Death Metal local para el alma

La fecha y la expectativa de escuchar a Death to All nos retrotrajo a esa época. La nostalgia se sentía en el aire y sencillamente a la vista, en una composición bastante heterogénea de edades. Desde nuevas generaciones que supieron sortear las fantasías fatuas y esporádicas de la música berreta de hoy, treintañeros como uno, hasta longevos veteranos con varias guerras a cuestas. 

El público fiel del Death Metal suele ser paciente en la espera. Así, con natural parsimonia, se formaba ya una larga fila para entrar a El Teatrito, sin que falte el convite del chino de enfrente, con algunas latas de cerveza entre grupos de amigos. Las puertas se abren.

La primera banda que inaugura esta procesión es Lesa Humanidad. Surgida en Laferrere en el año 2010, formada actualmente por Leo Carral y Alemán Castro en violas, Juan Ríos en bajo y Sergio Rodríguez en las voces. Los años de trayectoria pudieron notarse. Se notó en el solvente despliegue de brutalidad que en menos de 40’ nos dieron para dejar clara una consigna: “Esto es Death Metal old school”. Fueron destacados los momentos en que tocaron “Crueldad inmoral”, “Conjuro final” y “Voceros del engaño”, cuyos temas agitaron los primeros headbangings de la tarde.

Con la misma puntualidad, sale la segunda banda prevista de la fecha, a saber, el Power Death Metal trío de Buena Muerte. Otra banda longeva que viene militando las cadencias mala leche desde 2013. Oriunda de zona sur, está formada por Favio Buena Muerte en viola y voz, José Manuel Araujo en bajo y el Bocha Herrera en batería. Abren su show con “Pedófilo… asesinaste la mente de un niño”, cuya moralidad ciertamente contrastó con la pesadez brutal de su sonido. Siguieron con el tema que rememora un heróico y temerario suceso antiyuta poco recordado de la fatídica Patagonia rebelde, “La rebelión de las putas”. 
Esta mierda se está prendiendo. Sin menguar un ápice de brutalidad, asestaron con “Virus”, “Catalepsia… morir dos veces”, “Esclavos sexuales «,»Reincidencia «. Cerraron con un clásico de la literatura policial y Death local, “Barreda… crónica de un asesino”. 

Las últimas pulsaciones antes de la Muerte

Siendo las 20.10, el salón ya está completamente lleno. Era de esperarse ante una fecha que, se sabía, iba a ser convocante. Con ese pulso y el suelo ya vibrante del volumen de gente, sale la tercera y última banda soporte, los chicos de Dislepsia. Reconocida banda del under del Death con ribetes noire y satánicos, que viene marcando la cancha desde nada menos que 1998. Respeto.

Tras la “Intro”, con la solvencia, la malaleche y la calidad que le da tamaño trayectoria, abren su show ya generando desidia en el público. Este responde con el baile de la colisión de cuerpos y headbanging. Cuando terminan con “La criatura”, siguen con la “Última plegaria” que potencia el desmadre anterior. Ya no hay retorno, la violencia empieza a escalar. Con ese tesón y las ganas de hacer cagar todo, Dislepsia no paraba de arengar. Así fue con los cuatro temas restantes y con un cierre alevoso con “Conjuro” y “Desde la hoguera al hilo”. El testimonio vivo de que la escena Death en nuestro país te puede socavar el alma.

Mímesis, técnica, muerte: Death To All

De pronto, una mínima disposición de las luces enuncia lo terrible. La “Intro” empieza a vaticinar un entrevero ominoso. Con el aura viva, emerge en el escenario Steve Di Giorgio, el miembro original de Death y artífice del «Human» (1991) e «Individual Thought Patterns» (1993). Lo sigue otro original, Bobby Koelble, del «Symbolic» (1995), al igual que Gene Hoglan. Se les suma un joven Max Phelps en viola y voz. Sin preámbulos, comienzan con “Open Casket”, con el riff de la viola que desmadró un público que, hacía instantes, estaba petrificado. El giro fue violento. “Death can never be explained”, vocifera un Max Phelps que pareciera presentificar el gespenster espectral de Chuck Schuldiner. Tiene los mismos gestos, impertérrito con su viola como una guadaña desde la que imparte su pulsión tanática. Nobleza obliga, contó con una ejecución técnica ciertamente muy similar a nuestro maestro y eterno Chuck

El corte con la segunda canción, “The Philosopher” fue temerario, puesto que, sin hipérboles, los cimientos de El Teatrito vibraban. Este frenesí, impulsado por la malaleche de temas de la mejor banda de Death Metal de la historia por siempre jamás y la nostalgia de revivirlo y experimentarlo con nuestros nervios ópticos, nunca menguó. Escalaba de manera frenética, aún llevo en mi oídos la más maravillosa música. “Suicide Machine”, el tercer tema de la noche, continuó provocando a un público que estaba completamente entregado. 

Muerte a todo

Antes de seguir tocando, Steve, en un español ciertamente muy bien logrado (quiero decir, genuino, no impostado) y cargando encima un sorprendente bajo de 3 cuerdas que, en ocasiones, alternaba con el de 5, nos agradece la presencia y la entrega. No faltó, por supuesto, una suerte de necrológica del artífice principal de todo esto, ya en su lengua nativa, el entrañable Chuck Schuldiner. Un legado que Death to all se carga al hombro con muchísima profesionalidad y dignidad. 

Ya para entonces el público era un franco campo de batalla. Tánatos, sumo pontífice de la muerte, recorre la sala y deja la mística servida para el goce antes de morir. Steve nuevamente toma la posta y exhorta al público: “You wanna hear the early Death or the late one? [¿Quieren escuchar temas del Death más actual o temas más viejos?]. Sin embargo, la elección fue complaciente con todos. Continuaron con un tema del disco de la mitad de la carrera, a saber, el literario “Living Monstrosity” del fabuloso «Spiritual Healing» (1990). A este le sucedió “Symbolic” de su álbum de estudio homónimo de 1995. Momento glorioso de la noche que, apuesto, significó el dolor de cuello de todos nosotros al día siguiente. 

Death to All

Atiborrados de emociones, felicidad y maldad, en una trinidad nunca antes vista, el público no paraba de hacer mosh pit y de cantar a viva voz prácticamente en todos los temas que siguieron. “Infernal”, “Scavenger of Human Sorrow”, el virtuosísimo y particularmente técnico “Overactive Imagination” (con ambos solos ejecutados por Max de manera alevosa, haciendo erizar las pieles de todos). Continuaron “Within the Mind”, el oscuro “Baptised in Blood”, “Flesh and the Power It Holds” y un highlight especial con “Lack of Comprehension”, “Crystal Mountain”, el maquiavélico “Zombie Ritual”. Para el cierre, el himno “Spirit Crusher” y un agresivísimo “Pull the Plug”.

Muerte por siempre

Acabábamos de presenciar una de las mejores noches de nuestras vidas, cerrando un ciclo histórico marcado por el pulso de la nostalgia y la mejor música del mundo. Somos conscientes de esto. El semblante exultante de la gente en la calle expresaba eso. 
Agradecemos la deferencia de los impulsores del show, a saber, la gente de Icarus Music junto a Marcela Scorca. Como siempre, nos brindaron el privilegio de asistir como medio de prensa acreditado a tamaño evento, sin el cual esto no hubiera sido posible.

Crónica: Nicolás Alabarces
Fotografías: Facundo Rodriguez

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Nicolas Alabarces

Licenciado en Letras (UNC) y actualmente becario CONACYT en Filosofía Política por la Universidad Autónoma de México (Xochimilco). Tomado completamente por las cadencias malaleche, escucha Metal desde chico, cuando un amigo le pasó un cassette con canciones de Maiden, Hermética, Slayer, Metallica y Sepultura.-

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