Del Samhain a la música: Halloween en clave metalera
La noche en que los vivos y los muertos se encuentran
Cada año, entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre, el mundo entero parece ponerse una máscara. Las calles se llenan de luces anaranjadas, esqueletos sonrientes, calaveras pintadas y música que oscila entre lo festivo y lo macabro. Es el tiempo en que los límites entre los vivos y los muertos se difuminan, donde lo sagrado y lo profano se abrazan.

Halloween, Samhain, Día de Todos los Santos, Día de los Muertos… distintos nombres para una misma idea ancestral: la comunión con la muerte y el misterio del más allá.
Y si hay un género musical que ha hecho de esa oscuridad su bandera, ese es el heavy metal. Desde sus orígenes en los años 70, el metal ha jugado con los símbolos de la muerte, los rituales, la noche y la rebelión ante lo desconocido. En Halloween, el metal encuentra su espejo perfecto: una celebración que mezcla lo siniestro, lo teatral y lo ancestral.
Artista: Helloween | Álbum: «Keeper of the Seven Keys Part 1» | Año: 1987
Una épica de 13 minutos que entre su lírica mezcla elementos de fantasía oscura, brujería y lo sobrenatural, con cambios de tempo dramáticos que narran una historia de magia negra y destinos cruzados en la noche más oscura del año.
Artista: Alice Cooper | Álbum: «Welcome to My Nightmare» | Año: 1975
Alice Cooper invita al oyente a un viaje por sus pesadillas más perturbadoras. La letra juega con la línea entre sueño y realidad, creando una atmósfera de circo macabro lleno de imágenes inquietantes y personajes siniestros.
Artista: Diamond Head | Álbum: «Lightning to the Nations» | Año: 1979
La letra narra la historia de alguien cuya madre fue quemada como bruja, llevándolo por un camino de oscuridad. Metallica la hizo famosa con su cover perteneciente al «Garage Inc.»
Orígenes antiguos: del Samhain celta a la noche de brujas moderna
Mucho antes de las películas de terror y los disfraces de vampiros, los antiguos celtas celebraban el Samhain, una festividad que marcaba el final del verano y el inicio del invierno. En esa noche, del 31 de octubre al 1 de noviembre, se creía que los espíritus de los muertos regresaban al mundo de los vivos. Se encendían hogueras, se dejaban ofrendas y la gente se disfrazaba para confundir a los fantasmas.
Cuando el cristianismo se expandió por Europa, muchas de estas tradiciones paganas se mezclaron con las nuevas festividades religiosas. Así nació el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y su víspera, el All Hallows’ Eve, que con el tiempo se transformó en Halloween.

Los colonos irlandeses llevaron la tradición a América, donde se fusionó con influencias indígenas y africanas, dando origen al Halloween moderno: una noche de disfraces, dulces, calabazas talladas (Jack-o’-lanterns) y, por supuesto, una buena dosis de terror.
Desde Black Sabbath, el metal tomó este imaginario como identidad estética y narrativa. Brujería, espectros, cementerios y símbolos prohibidos se volvieron parte natural de su lenguaje, no como decorado. El metal aprendió a cruzar sin pudor los límites entre lo sagrado y lo profano, a habitar la oscuridad como casa propia, a mirar de frente aquello que otros prefieren temer en silencio. Lo que alguna vez fue una festividad pagana para honrar a los muertos y negociar con lo desconocido, es hoy columna vertebral de un movimiento que encuentra en el caos, lo oculto y lo marginal su forma más pura de verdad.
