La ambivalencia del consumo artístico actual

Todos los días de mi vida comienzan de la misma manera: reloj despertador, desayuno, computadora, música y a trabajar. Pocas veces escucho la radio, ya no hay programas en que me entretengan y cuento con una mano los locutores «nacionales» (refiriéndome a Buenos Aires, claro) a los que soporto. Por ello generalmente la música que actualmente consumo y me acompaña es alguna discografía y canciones particulares de una lista de reproducción.

Mi sitio predilecto para esta práctica es Youtube (Spotify no, lo tenía pero lo eliminé, no encontraba lo que buscaba). Esta plataforma, a medida que avanzan los videos, va reproduciendo el contenido que considera es acorde a mis gustos, toma lo que estuve escuchando. Analiza lo que otras personas estuvieron escuchando que es similar a mis gustos y reproduce lo que determina que me puede gustar. Ahí fue donde conocí a unos muchachos de un país donde no pensé que existiera afición por el metal. Y fue con una canción arrolladora, una fusión de estilos que me recuerda a Sepultura o System of a Down y una fuerza que creí no volver a encontrar por ser cada día más viejo y celoso con lo nuevo.

Youtube dio nuevamente en el blanco.

En el consumo actual de música, ya no existe lo que hacíamos antes: escuchar discografías completas de una banda que nos llame la atención. La relación con un álbum completo desapareció porque tenemos la posibilidad de encontrar cientos de canciones de artistas diferentes a pocos clics. Hoy podemos consumir canciones, temas, música, artistas y bandas, por separado y en su conjunto, todo al mismo tiempo.

Esto acompaña la tendencia de que tampoco nacen grandes estrellas de rock como las conocíamos y, naturalmente, las que había están desapareciendo. Los referentes musicales de los más jóvenes comienzan a ser youtubers o músicos que muestran su arte en unidades autónomas, como covers audiovisuales, no en álbums; llegando directamente desde su casa hasta la tuya.

La internet que permite esto, es un medio de comunicación que todavía no llegamos a comprender en su totalidad. Es absolutamente democrático, no respeta límites (ni derechos de autor), contiene una cantidad de información para la que se necesitarían muchas vidas si pretendemos verla por completo y universalizó la comunicación. Gobiernos y Estados han intentado controlarla sin encontrar la forma aún.

Mientras tanto, las empresas encontraron otro uso: controlar la información privada para direccionar datos y manipular nuestro consumo, con el objetivo de ofrecernos lo que consideran que nos puede interesar. ¿Es moral y/o éticamente correcto? Ello todavía se está debatiendo y también buscando la manera de limitarlo. Mientras tanto, 3 metaleros en India se ganaron un nuevo seguidor y lo saben.

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Agostino Palamini

Licenciado en Comunicación Social, guionista de contenido audiovisual y periodista gráfico. A veces me pongo a escribir y salen cosas como la que acabás de leer. Empecé a escuchar música con Metallica, Nirvana y Pantera, ¿y vos?