The Obsessed: congregación cultista en Buenos Aires
El pasado lunes 17 de junio fue una fecha que dejó otra marca histórica en la escena metalera de Argentina. The Obsessed, la banda liderada por la leyenda del Doom Metal, Wino Weinrich, debutó en Argentina. Si bien el show estaba pautado para ejecutarse en el Marquee Session Live, por motivos ajenos a la producción se mudó a Club Cultural Bula, un lugar con una capacidad mucho más reducida y una puesta en escena mucho más under. Junto a ellos, y previamente, se presentaron Dios Serpiente junto a Sergio CH, ícono de la escena Stoner del país y fundador de la ya disuelta banda Los Natas. También se hizo presente Monje, otra banda con una propuesta Doom más extrema y visceral.
El antro: las puertas hacia la perdición
Antes que nada, y para que todo encaje a la perfección, debemos hablar del recinto. Bula es un pequeño santuario del under donde no entran más de… ¿300 personas? ¿Estaré cerca del número o habré exagerado? En fin, un lugar pequeño, donde las bandas tocan en un subsuelo que oficia de bunker anti-señal. Tiene cuatro o cinco tachos de luces que lo que menos hacen, es iluminar. Por allí pasan bandas muy de culto, como Heretoir o Riot City. Además oficia de recinto para las fechas del under porteño, como por ejemplo, varias ediciones del “Club Calavera”.
Para cuando se hacen las 20, tanto en la puerta como en la planta del bar hay numerosos metaleros, de fanatismos mixtos pero orientados a las ramas más extremas. Corren algunas que otras cervezas, muy escasas, es un ambiente calmo, taciturno, pero expectante y ansioso a la vez. Desde las escaleras se escucha como sube el retumbar de la música que suena en el subsuelo. Es hipnotizante, cautiva las mentes e invita al descenso, a aproximarnos a aquello para lo que nos depara esta reunión.
Durante el descenso, una cabellera canosa portada por un cuerpo cubierto de tatuajes, un ente que no deja ver su rostro y que pasa desapercibido y escabulléndose entre la gente, se deja ver cruzando de puerta en puerta. Está entre nosotros, pero nadie se permite molestarlo.
Así comienza el descenso, la caída al puro hipnotismo del metal de la perdición. El reloj marca las 20.30 y el ritual comienza.
Dios Serpiente
Acompañado de una leyenda del movimiento Stoner en Argentina, Dios Serpiente comienza su música ante un grupo de personas que no está en su máximo de asistentes, pero no son unos pocos.
Iluminado por unos reflectores lánguidos, suena el bajo, oscuro, pesado y acorde a la ambientación: una penetrante sombra que incrementa su profundidad en cada acorde de cinco de los siete temas que componen “Fuego Austral”. Al proyecto unipersonal de Leandro Buceta se le suma Sergio Chotsourián, que profesa doom con cada riff que ejecuta a contraluz. La batería de Rama Scavuzzo está vacía, pero suena la pista. Igual, esto no es sorpresa. La primera vez que lo vimos a Dios, estaba solo y era solo una silueta encapuchada. Aquel one-man band de Marduk supo evolucionar su formación y dar paso a una compañía que mejor, imposible. A poco y nada de que salga su nuevo disco, “Duelo de Gigantes” nos muestra que el proyecto no se estanca, fluye y trasciende manteniendo la esencia. Así pasa a oscuras su presentación, y como reza “Arde por Dentro”, “Nos veremos en el Infierno…”.
Monje
La máquina under de Doom Metal por excelencia arrancó a horario con un set que se compuso también de cinco temas. Con los acordes a cargo de Lucas Samana en bajo, Sebastián Regueira y Diego Petullo en guitarras, seguidos desde el fondo de la formación Diego Petullo en la batería.
Suena “La Profecía”, tema que abre “Culto al Fin de los Tiempos”. Matías Ibañez nos palicea al frente de la banda. “Cada paso en esta Tierra desatará cada una de las plagas/La materia prima de la paz será la muerte lenta”. El vaticinio lírico y la sugestión de las melodías sugieren que arriba, donde el Sol fue despojado de su zénit, una nube de maldad se alza sobre nosotros. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. O tal vez no.
Lágrimas de sangre lloran los posesos en ese sótano escaso de luz. Una vez más aquella presencia taciturna y de cabellera distinguible se hace presente entre nosotros, aunque nadie lo vea. Pasa desapercibido, desciende los escalones como si de su casa se tratara. Sin pedir permiso, encuentra el paso sin molestar a nadie, hacia el backstage improvisado detrás de un simple telón que cuelga al costado del escenario.
The Obsessed: la llegada del profeta
Entre que Monje termina de tocar y comienza a montarse el escenario para el último acto, no hay pausa. Una, dos, tres… cinco guitarras en sus respectivos pies. Los mismos músicos salen al frente y montan sus equipos. Wino y compañía arman en cuestión de minutos, meros instantes, y con una prueba de sonido muy simple se alistan para tocar. Es el turno de The Obsessed. El turno de aquel que deambulaba las escaleras de Bula entre nosotros se plantó finalmente de frente. Aquella presencia que finalmente se revela ante sus fanáticos. El profeta ha llegado a la tierra prometida, ante un culto de cultos, que mucho entienden sobre lo que vale la pena en un presente musical mundial donde la estupidez mengua los sentidos de la masa y entorpece los valores humanos.
La muchedumbre se acerca al escenario, que nos queda a la altura de las rodillas. Si saltamos, tocamos el techo. Así de pequeño es el lugar. The Obsessed comienza con “Brother Blue Steel”, “Streamlined” y “Daughter of an Echo” entre gritos de aliento a Wino la banda mantiene el show al palo. Suenan fantástico, más aún por el lugar donde están tocando. La banda repasa por supuesto, todo su material. En nada está floja. La batería de Brian Constantino quien también ejecuta los coros es el motor que empuja junto a Chris Angleberger en bajo y Jason Taylor como guitarra rítmica, incorporación que le da forma de cuarteto a la banda.
Bula está repleto. No es que no entra un solo alfiler, pero solo queda un escaso pasillo zigzagueante entre las pocas personas del fondo que deciden no acercarse al escenario. Un público tranquilo, con un pogo relativamente pequeño. Al llegar al frente y ver finalmente a The Obsessed con claridad, me encuentro con una situación tan mágica como ese ambiente reducido, de culto, puede permitirme apreciar. Con un pie sobre el escenario, casi sentados en el mismo, al frente de Wino están aquellos más devotos que lo idolatran como la leyenda viviente que es. Alzan sus manos al frente en señal de poder ante cada solo de guitarra. Gritan y vitorean en cada tema que pasa. Están hipnotizados, abstraídos.
El final
Para el cierre, “Hiding Mask”, “Mourning” y “Sodden Jackal” fueron los elegidos. La banda amagó a salir, pero el lugar es tan pequeño que el acting de irse y volver a entrar fue más un sketch que otra cosa, ya que quedaron descubiertos al pie del escenario. Una vez más se calzaron los equipos y se despidieron con “Lost Sun Dance” rememorando a Spirit Caravan, la vieja banda de Wino.
Desde Vientos de Poder agradecemos a la productora Noiseground por permitirnos acercarnos y ser testigos de una visita única que como pocas (muchas veces a cargo de la misma gente) enriqueció la escena metalera nacional.
Crónica y Fotografías: Facundo Rodriguez
Galería de fotos
Facundo, muy buena descripcion de la historica noche que pasamos los fanaticos de wino.
La verdad que es una lastima que alguien de este calibre en el mundo del doom metal sea tan subestimado en argentina. La gente no se debe haber acercado por diversas causas: precio de las entradas (57000 con el service charge incluido), falta de promocion del show, se gastaron la guita para ver otras bandas, la situacion economica es una mierda, etc.
Me niego a creer que wino solo pueda juntar 200-300 personas. Creo que si hacen una proxima gira nos saltean por la poca convocatoria.
Estuve todo el recital enfrente de wino a 1 metro. Me vine desde 500 km a capital para verlo nada mas que a el. Un setlist muy completo y el cierre con LDS quedara para la posteridad.
Un sueño cumplido.