Maldad desatada: el regreso de Angelus Apatrida a la Argentina
La noche porteña abatió los calores de diciembre a puro azote thrashero. El pasado viernes, Angelus Apatrida regresó a la Argentina presentando su último trabajo, “Aftermath”. Los albaceteños llevaban ocho años sin pisar nuestro país. Desde Vientos de Poder, te contamos lo que fue el regreso de una increíble banda, que dió el show de Thrash Metal del año.
Sangre, frenetismo y muerte
La velada comenzó temprano. No solo temprano, sino también puntual. Los primeros feligreses metálicos esperaban en puerta, mientras las persianas (metálicas) aún estaban bajas. Entre chalecos de jean y cintos de balas, los looks thrashers hacían presencia en pleno corazón palermitano y contrastaban con su entorno, hogar de coquetos y niños de discoteca. No obstante, la concurrencia para la espera era escasa. Poco deambule entre mis pares, ya que el Roxy abrió puertas y habilitó el ingreso con soberbia velocidad.
No más de diez minutos pasaron cuando largó Bloodcrown. La agrupación, joven aún, pero con una formación consolidada, repartieron su Thrash Metal con base en riffs bien pesados, al mejor estilo Evile. Esta vez, tocaron para un público escaso por la tempranía del horario, pero no faltó el agite característico de la fraternidad metalera.

Siguió Frantic, que poco hay para decir de estos muchachos, que no se haya dicho. Rápidos, precisos, al hueso. Thrash o muerte, sin opciones. Sabes que va a haber quilombo cuando figuran en el flyer. Y esta no fue la excepción. Desde el minuto uno en que se abrió el telón hasta que terminó su presentación, pegaron un tema tras otro y no aflojaron nunca. Por último, pero no por eso menos importante, fue el turno de V.I.D.A.. Los hermanos Cybula con Javi Cuello detrás de los parches son una declaración de Death Metal sin paliativos. Con mucho humo en el escenario, y un juego de luces básicos que oscilaba entre el blanco y el verde, durante 40 minutos inundaron el recinto ante un público que estaba prácticamente en su totalidad, y aún así, el recinto no estaba completo.


Alimentando al monstruo
Llegaba la presentación de la noche. El tan esperado regreso de los españoles de Angelus Apatrida a nuestro país. Las campanas de la iglesia del metal sonaban para las 21.30, y de fondo sonaba “Break Stuff” de Limp Bizkit. “It’s just one of those days…” rapea Fred Durst, mientras todos cabecean y disfrutan. Uno de esos días más del montón, cargados con las clásicas tensiones de fin de año tras interminables jornadas laborales con calores que menguan el alma y no permiten conciliar el sueño. La descarga de tensiones se libera. Se palpita el arranque en el aire.
Con suma coordinación, es el mismísimo Leo Heresy, quien obra de productor, organizador, hasta booking para el evento organizado por él mismo, quien junto al staff, tironea del telón en una perfecta coordinación cuando el clásico nümetalero llega a su punto máximo: “… And if my day keeps goin’ this way tonight, i just might break your fuckin’ face tonight!”. Indistinguible el agite de la gente con la estridencia de aquel himno cuando se abre el telón, pero es notorio el alza de humor y la calidez con la que los argentinos reciben a sus pares europeos. Los apátridas salen al escenario y sin mediar palabra, pegan la primeras patadas directo a la dentadura: “One of Us”, “Snob” e “Indoctrinate” dan el inicio a lo que iba a ser un show rendido al culto y su público. Cargados de odio y bronca social, siguieron “Cold”, “Vomitive” y “Of Men and Tyrants”.

Las luces son escasas, pero cómodas, cálidas en su mayoría, dando ese tinte de guerra, combativo, contra la injusticia social y reclamando (a su manera) por un mundo que ya está desolado. Guillermo hace una pausa para agradecer, demostrando su conciencia de la situación que no solo atraviesa el país, sino el mundo. Hace hincapié en su agradecimiento, en reconocer el esfuerzo de “gastar la plata para asistir al concierto”, y siguen sin más: “We Stand Alone” y “Violent Dawn” hacen girar al público en un moshpit violento y digno de un show que no merma en fuerzas.
Denles guerra
Tras aquellos dos temas y con la banda sin menguar energía pero intercambiando cervezas, la entrega de Angelus Apatrida se vuelve total. Guillermo agarra una vez más el micrófono, pero esta vez, para proponer algo: “Davish quiere bajar a tocar un tema con ustedes… a ver si le hacen espacio”. El guitarrista se baja del escenario y entre aplausos, gritos y vitores, se ubica en el centro del recinto. La masa lo rodea, la expectativa es absoluta. El frenesí que está por desatarse se palpita. Entre colegas, nos sonreímos, porque sabemos que estamos a punto de atestiguar algo que no se vió en todo el año, ni siquiera en los shows más grandes. “Denle espacio, de eso se trata. Give’em War!” escuchamos detrás de nosotros, atentos a David y sus fanáticos. La procesión comienza, la marcha es lenta, pero toma ritmo.

El clásico se desata y Davish se imbuye en esa energía, magnética y violenta, que lo rodea. Corren alrededor de él como si de una rueda cinética se tratara, energizando al guitarrista con cada paso, cada grito, cada puño alzado. Prácticamente todo el tema así ocurrió, con una entrega absoluta del guitarrista hacia los suyos. Una huella que quedaría grabada en los fanáticos que asistieron a uno de los mejores shows de metal del año.


“Sharpen the Guillotine”, “Serpents on Parade”, “You Are Next” y “Biodrine” fueron los elegidos para el cierre. Entre “Serpents…” y “You Are…” la banda se detuvo para saludar, para tomarse una foto, y prometer volver, con menos diferencia de tiempo que la última vez. Y así, sin más, volvieron a azotar, sin parar, los últimos dos temas. Con las guitarras en alza, apuntando al público al mejor estilo Lemmy Kilmister, Angelus Apatrida cerró su presentación.
Un show para el recuerdo
Cierren el telón, no hagan más shows. Terminamos el evento muy arriba, con una energía increíble. La entrega de la banda hacia los asistentes fue tal, que era imposible no salir eufórico. Durante una hora y media, Angelus Apatrida azotó una y otra vez casi sin pausas un tema tras otro, jamás escuchados, pues ocho años de espera son muchos y el material nuevo (para nosotros) era abundante.
Lo único lamentable es no haber visto el lugar completamente abarrotado, como esperaba verlo, y solamente verlo a poco más de la mitad de su capacidad. No obstante, no es una derrota. Si eligen una banda grande sobre esta, es tema de cada uno. Si no te da esa abrumadora sensación de poder, y no te eriza la piel, tal vez nunca lo entiendan. Y está bien. Porque a juzgar por la cara de aquellos que nos rodeaban, estamos bien sin los otros.
Crónica y fotografías: Facundo Rodriguez
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