Furor teutónico: nueva visita de Accept a la Argentina
Los liderados por Wolf Hoffman volvieron a pisar suelo argento
El pasado fin de semana el Teatro Flores hospedó otra fecha icónica. En un marco espectacular, vivimos la presentación de una de las bandas más longevas de la escena metálica mundial, de la mano de Icarus Music. Hablamos de la llegada de los germanos Accept, a solo un año de su última visita, cuando se presentaron en un Teatro Vorterix atestado. A fuerza de filosos riffs e impetuosas lìneas vocales, arrancaron las raíces del mejor recinto de Buenos Aires, y lo tiraron por la ventana. Desde Vientos de Poder tuvimos la posibilidad de presenciar esta grandiosa velada metálica, alzando los puños y coreando «¡Metal Heart!».
Una amalgama de estilos
Por Facundo Rodriguez
Si bien el horario de puertas marcaba el inicio a las seis y media, y que Amalgama, la primera banda invitada de la noche, arrancaría a las siete en punto, el comienzo se adelantó. Ingresé como de costumbre 15 minutos antes, y ya me encontré con unas 70 personas presenciando el arranque de la banda de apertura, los primeros invitados internacionales de la noche. Desde que comenzaron a tocar por Latinoamérica en Brasil, acompañan a Accept en todos los shows. Heavy clásico, con una puesta en escena atípica, algunas luces y un banner a un costado, con un tecladista que funcionaba como animador del público, caracterizado de payaso, con tres atavíos y máscaras distintas. Tocaron unos 40 minutos.



Acto seguido, fue el turno de Lid. Hablamos de la banda de Hard Rock, de industria nacional. Oriundos de Buenos Aires, la banda se consolidó durante el 2020. Presentaron material de su único disco de estudio, “Disparo a la Razón”. A pesar de que son una banda reciente, se los notaba cómodos arriba del escenario, y no tuvieron problemas del estilo técnico que suelen tener las bandas que abren en este recinto.



Pero la joya de la primera parte de la noche fue Metal Crucifier. Los peruanos metieron un setlist de Speed Metal clásico, al palo, demostrando que, si bien estuvieron tocando por el país en pequeños recintos, están a la altura de hacer un Flores cómodamente. ¡Cuánta garra! Se ganaron al público en dos patadas (o riffs). A eso de las 21 culminó su presentación, la cual fue todo un éxito. Media hora después, llegarían uno de los líderes del Heavy Metal europeo, vigentes desde sus inicios, y posiblemente inigualables en lo suyo: Accept.





Las ventajas de ser Accept
Por Carolina Bert
Hay bandas que siempre valen la pena, no importa cuántas veces vengan. Si me preguntas, Accept es una de ellas. Es lo más cercano que tenemos a una versión pocket de AC/DC y Motörhead, a la alemana. Con esto no pretendo sacarles mérito. Al contrario, han sabido tener su propia impronta, aunque por algún motivo quedaron como una banda de teatro; inclusive en Latinoamérica se les guarda mucho cariño. Es como esa playa paradisíaca, barata, de la que no querés que nadie se entere. Sin dudas, esto tiene sus ventajas.
Primero diría que, al ser europeos, tienen una pulcritud que pule bastante ese otro estilo de los grupos que nombré antes y los riffs con toques prusianos dan a los argentinos la posibilidad de esmerarse con sus dotes vocales. Algo así como si estuviéramos todos cantando un himno. Eso genera cositas adentro.

“The Reckoning”, “Humanoid”, “Restless and Wild”, “Midnight Mover”, “London Leatherboys” y el debut de “Straight Up Jack”, iniciaron un show que tuvo mucho de eso. Wolf salió a escena con su guitarra, además de sus dos metros y pico de altura. Presentando el nuevo disco, “Humanoid”, decidieron volver a las tierras que saben malcriarlos después de un año nomás de su última visita.
Tornillo interactuaba con un público que saltaba, cantaba, agitaba, pero respetaba el espacio del otro. Sin pasarse y flashar cualquiera. Sin excesos que lamentar. Algunos celus filmando, algunos pogos. La música de esta banda tiene ese efecto que te pone manija. Pero de alguna manera el fan de Accept me recuerda al público de bandas como Queen, o Deep Purple. Había algunas personas mayores, pero no muchas. Lo cual, me hace preguntarme: ¿Tienen fans perfectos? Definitivamente es otra ventaja.
Un show para verdaderos fanáticos
Por supuesto, la cosa igual estaba caldeada y tanto la banda como la gente dieron todo. A tal punto que en un momento se nos estaba deshidratando medio mundo. Una vez más, prevención estaba literal en cualquiera (lo voy a seguir mencionando en mis crónicas hasta que se pongan las pilas). Fue un grupo de gente que colaboró, como dije, no tuvieron que atajar a nadie. En un momento me cansé y fui a comprar agua al bar. No es la idea.

Pero volvamos al show, porque hay varias cosas positivas para destacar y seguir enumerando: como les decía antes, hubo varios momentos de coreo intenso. La banda se miraba y reían de emoción. Durante “Dying Breed” pasó algo de eso, y se intensifico más hacia el final. Era algo que crecía de una manera extraña, pero hermosa.
Otro momento que tuvo una repercusión positiva, inclusive al día siguiente en redes, fue lo ocurrido con Joel Hoekstra, que vino como guitarrista invitado. El músico es parte de Whitesnake, además de haber colaborado con otros como Foreigner, Dee Snider, Jeff Scott Soto, etcétera. Mientras usualmente los fans son quisquillosos con los reemplazos en las giras o discos, el guitarrista, se llevó de yapa, los elogios de los argentinos que no se hicieron drama y ni se preocuparon por la falta de Phil Shouse.

El resto de la banda, Uwe Lulis, Christopher Williams y Martin Motnik, también se llevaron el cariño de la gente. Creo que tiene que ver por la calidad humana que hay en ese grupo. Volviendo un poco a esto de esa euforia sana y controlada, es parte de lo mismo. ¿Somos lo que escuchamos? Probablemente. Uwe se acercaba a centímetros de la valla revoleando los pelos, y nadie aplastó a nadie, más bien todos sonreían y levantaban los puños en el aire mientras gritaban “¡Hey!” al unísono. Era una postal que te sacaba el aliento. Incluso Hoffman, quien no revoleaba los pelos por obvias razones, trasmitía mucha energía, felicidad, pero al mismo tiempo paz. “Demon’s Night”, ”Starlight”, ”Losers and Winners”, “Flash Rockin’ Man”fueron los siguientes, en un medley que lejos de cortar el mambo, lo potenció hasta el final.
Quienes han leído mis crónicas en el pasado, saben que suelo enfocarme en varias cosas, positivas y negativas, desde el humor. Pero esta vez me puse seria, porque se dio algo muy privado e inusual. Algo que me dejo recalculando. Una especie de balance, de sinergía. Algo así como esos días perfectos de primavera, cuando no hace ni frio ni calor. Está soleado, pero hay una leve brisa, y el sol es tibio, pero no pica. Esos días que simplemente todo está bien y que es posible que así sea.
Los tipos te rockean al medio. Chris se zarpa en la batería. Los solos estaban a la altura de un show de Maiden o Priest. Pasaron “Breaker”, “Amamos la vida”, “Shadow Soldiers”, “Princess of the Dawn”, “Metal Heart”, “Teutonic Terror” y “Pandemic”. Los veía a ellos sonreír, tratando de disfrutar el show que se daba abajo del escenario, y cuando giraba para unirme a su perspectiva, veía lo mismo reflejado entre la gente. Me preguntaba una vez más: ¿Por qué no estamos en un estadio?
El último bloque del setlist ya era una locura. No quiero que suene a cliché, a ver si se entiende. No quiero que se encuentren con una crónica de esas “La gente la agitó”, “La rompieron” etcétera. Pero hacía mucho que no veía algo así.
Durante el encore sonó “Fast as a Shark”, “Balls to the Wall”, “Burning” y “Bound to Fail”. La banda encontró en Argentina un lugar donde tocar seguido, algo así como una residencia no oficial. Es su lugar secreto. Donde pueden darse el lujo de recibir la energía de un show de estadio en un teatro.
¿Por qué no tocan en un estadio? era mi pregunta. Si suenan como una banda de estadio, tienen una hinchada de estadio… Ni hablar que las entradas son más baratas que un show de estadio. Me permití ser egoísta y sumar ese hecho como otra ventaja. “¡Nah… para qué. Mejor así!”
Crónica: Carolina Bert
Fotos: Facundo Rodriguez
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