El adiós de Black Sabbath sacudió al mundo
Anoche, el Villa Park de Birmingham fue el escenario de un ritual irrepetible: la despedida definitiva de Black Sabbath, los padres fundadores del heavy metal, en un festival que fue mucho más que un concierto. Desde las 13hs hasta entrada la noche, miles de almas vibraron con un desfile de leyendas y nuevas generaciones que rindieron homenaje a quienes encendieron la chispa del metal hace más de medio siglo.
La grilla fue un verdadero sueño húmedo para cualquier amante del género: Anthrax, Lamb of God, Alice in Chains, Pantera, Tool, Slayer, Guns N’ Roses, Metallica eran algunos de los grupos elegidos. Y, por supuesto, Ozzy y Black Sabbath con sus músicos originales. Hubo incluso dos “super bandas” armadas para la ocasión, con músicos de distintas agrupaciones históricas y contemporáneas, que dieron un toque aún más épico a la jornada.
Cada banda ofreció lo mejor de su repertorio, mechando clásicos propios con versiones de Sabbath que iban de lo reverencial a lo salvajemente personal. Nuevos talentos como Gojira, Mastodon y el propio Papa V Perpetua demostraron que el metal sigue mutando, pero siempre vuelve a las raíces. Para cerrar la noche, primero Ozzy sumó perlas de su carrera solista como Crazy Train y Mama I’m Coming Home. Un tramo del show que arrancó lágrimas a más de uno. Y cuando llegó el turno de Black Sabbath, el Villa Park tembló. Paranoid, War Pigs, Iron Man… himnos que atravesaron generaciones y que anoche se sintieron como el eco final de una era.
Claro que no todo fue perfecto. Pantera sonó desprolijo y la guitarra de Zakk Wylde, lejos de su habitual fiereza, dejó gusto a poco. Axl Rose, por momentos, parecía más un eco nasal de sí mismo que el frontman que alguna vez fue, rozando lo caricaturesco. Pero en un show como este, la perfección técnica era lo de menos. Lo que flotaba en el aire era el sentimiento: el peso de la historia, la nostalgia compartida, el agradecimiento colectivo a una banda que no solo cambió el curso de la música, sino que ayudó a millones a atravesar momentos oscuros con su sonido.
¿Por qué este show? ¿Por qué semejante reunión de titanes? Quizás la respuesta esté en lo que todos sabemos: la nostalgia vende. Lo mismo que mantiene viva a Disney reciclando sus clásicos animados en live actions. O que hace que el anime y hasta el Chavo del Ocho sigan generando nuevas versiones para un público que se resiste a dejar partir a sus ídolos. Pero en el caso de Black Sabbath, fue mucho más que un negocio. Fue un adiós necesario. Un cierre digno para la banda que, desde Birmingham para el mundo, creó un género y un legado inmortal.
Anoche, Villa Park fue testigo de un momento histórico. Y quienes pudimos apreciarlo sabemos que, por más que los años pasen, esta noche quedará grabada para siempre en lo más profundo de nuestra alma.

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