Gedencia, velocidad y Thrash Metal: la fiesta de Tungsteno en Flores
Tungsteno debutó por primera vez como banda principal en el Teatro de Flores. Con Gabo García en voz, El Masi y Gabriel Fullone en violas, Facu Alvarado en batería y Leo Lebenas en bajo, la noche fue una auténtica fiesta y una verdadera conquista histórica para la banda, con un salón lleno de gente.
Además, cuatro grandes bandas de la escena local dieron el tono a un evento lleno de energía, mientras que varios invitados especiales aportaron aún más dinamismo al show. Un evento que no sólo marcó el primer paso de Tungsteno en este icónico escenario, sino que también celebró la potencia, la velocidad y el moshing permanente que define la escena actual. Desde Vientos de Poder, tuvimos el privilegio de asistir a tamaño fecha y te contamos todos los detalles.
Escenas cotidianas de la fiesta del Thrash Metal
Escenas cotidianas de la vida posmoderna es el lexema que utiliza Beatriz Sarlo para apuntar situaciones anodinas, despojadas de historicidad, un síntoma de época del sujeto posmoderno: el homo libertarius. Pero hoy el clima se presenta distinto. Hay gente que siente lo que viene a escuchar, hay contenido, camaradería genuina y un ritual que ya tiene su historia, un convite que se escapa de las coordenadas y las codificaciones financieras que organizan el mundo hoy.
El día es prácticamente perfecto. Está soleado, pero una suave brisa fresca acaricia la superficie subcutánea de la piel: invita al escabio.
Así lo asumen, con vehemencia y exultantes, los thrasher locales, que arrancan la liturgia alcohólica prematuramente. Las zapas botitas blancas y las casacas de Suicidal Tendencies, Destruction y Municipal Waste, las camperas de jean cortadas y saturadas de parches, en seguida sitúan con un trompadon en la jeta al que merodee la escena: ¡estos es thrash!

Un prolegómeno con cuatro grandes bandas
La primera banda marca el pulso inicial a las seis en punto, un horario que, a esta altura, resulta insólitamente temprano para una velada que promete desborde y potencia. El ambiente, aún en formación, recibe a Thorax como un golpe de electricidad. Sin previo aviso, el cantante emerge al escenario con una pregunta retórica: “¿¡Quieren un poco de thrash!?”. La batería y la guitarra toman ese instante como señal para desgarrar el aire con sus primeras notas, un asalto directo a los sentidos que sacude a los pocos pero no por ello menos apasionados presentes.
Desde los primeros acordes, la minoría intensa de seguidores responde con fervor. Un público que, como lo resume el vocalista al finalizar el tercer tema, encarna la esencia del under: “¡Acá no hay ningún careta! Esto es el verdadero under. ¡Haciendo el aguante desde el comienzo hasta el final!”.
La banda cierra su breve pero contundente set con una doble descarga. Primero, un tema inédito y flamante titulado “Eterno Descontrol”, que parece resonar como un himno embrionario para los fieles. Después, el cierre con “Putrefacción”, un clásico corrosivo que deja en claro que Thorax no vino a calentar el ambiente, sino a incendiarlo desde el primer minuto.

El trasvasamiento generacional de Post Mortem: una banda de jóvenes para jóvenes
A las siete en punto, el turno es de Post Mortem. La alineación es potente: Luca Vilavila en guitarra y voces, Franco Iván en viola, Seba Amer al bajo y coros, y Diego en la batería. Desde el primer acorde, el caos se desata en la pista. El circle pit cobra vida como una vorágine de energía y cuerpos en movimiento.
El segundo tema finaliza y una turba eufórica estalla en un canto unificado: “¡Post Mortem!”. La comunión entre banda y público es instantánea, y alcanza un nuevo pico con “Toxic Spicies”, cuando el bajista lanza una bandera al público. Como un símbolo de resistencia colectiva, la tela es desplegada y sirve como punto de anclaje para el frenético circle pit.
La antesala de “Traidor” se convierte en un grito crudo y visceral: “¡Hijo de puta, hijo de puta!”, se corea desde abajo, anticipando lo que se venía. Llama la atención la intensidad de las chicas, muchas de ellas claramente adolescentes, que se adentran en el pit con determinación, derribando a varios y demostrando que en este espacio no hay jerarquías de género. Su despliegue de fuerza contrasta con el vacío que reina en los escenarios de trap, donde las pibas suelen ser objeto de letras cosificantes, por supuesto dictadas siempre por y desde los chabones.
El cierre es épico con su tema homónimo, “Post Mortem”. La multitud entona la melodía mortuoria antes de que la banda arranque. Luca dedica la canción con solemnidad: “Este tema está dedicado a todos los que no están, a la familia y a todos ustedes”. Una despedida cargada de emoción, que envuelve a todos en un abrazo sonoro de metal y mosh.

Extinción
Ocho menos, con el telón aún sin abrir, comienza a sonar la intro de la tercera banda de la noche: Extinción. La atmósfera se tiñe de una vibra apocalíptica, con una estética war metal que evoca la simbología cruda y belicosa de Sodom. Los primeros acordes anuncian un despliegue de potencia que va directo al hueso.
El repertorio es una descarga implacable de temas como «Extinción», «Pandemia», «Hiroshima» y «Tropas de la noche. Cada canción es una explosión que mantiene al público atrapado, cabeceando al ritmo de riffs agresivos y un doble bombo que no da tregua.
Ocho y media, puntuales y devastadores, concluyen su set. Extinción deja el escenario incendiado, preparando el terreno para lo que sigue.
Mórvida
La cuarta banda marca el punto de ebullición de la noche. Con el teatro ya casi lleno, la fiesta se torna masiva y descontrolada. Desde la zona norte, Mórvida toma el escenario con un sonido más inclinado al death que al thrash, un cambio que modera el pogo pero intensifica el headbanging hasta niveles brutales.
Abren con una actitud que parece partir el escenario en dos, sin que nadie lo note. El momento clave llega con «Mente enferma», tema de su primer disco, cuyo break down desata un verdadero mar de headbaning en la pista.
Para cerrar, lanzan un último tema cargado de machaques que convierte la agitación en una coreografía desenfrenada. Nadie queda inmóvil; la noche alcanza un nuevo pico de intensidad.
Hoy toca la T
El telón ya no podía contener más la tensión. La banda principal de la noche entra en escena con una intro que parece brotar de la improvisación pura, pero que, como un rayo, conecta en un instante con el primer tema: “Vino y velocidad”. El público grita como si fuese el último concierto de sus vidas mientras resuena ese grito inmortal: «No quiero estar sobrio nunca más». Una franca declaración de principios que prende esta mierda desde el primer acorde.
El set sigue con “Aniquilación total”, un ataque sonoro que arrasa con todo a su paso. El pogo se pone agresivo, y Gabo, al frente, enciende aún más las llamas. “¡Speed metal! ¡Pid, pid metal!, lanza desde el micrófono, desatando un delirio absoluto mientras la banda entra en “Speed Metal”. Cada riff es un golpe directo al pecho; cada golpe de batería, un llamado a la batalla para el headbanging.

El frenesí no afloja. “Visiones de muerte” y “Pacto final” suenan como himnos de un apocalipsis cercano, con la audiencia sumida en un trance colectivo. Pero el momento cúlmine de esta primera parte llega con “El escuadrón del thrash”. El teatro entero se transforma en un remolino de locura. El circle pit es literalmente un torbellino humano, un huracán de cuerpos que no distingue entre amigos y desconocidos, todos unidos por la misma gedencia thrashera.
Es el cenit del clímax. La banda entrega el alma y el público responde con cada grito, cada salto, cada golpe de energía, haciendo en cada tema un torbellino iracundo en el medio del salón. Cuando caen las últimas notas, el teatro queda en un silencio cargado de sudor, adrenalina y satisfacción. Nadie quería que terminara, pero todos sabían que habían vivido algo irrepetible.

Tungsteno: fiesta arriba, fiesta abajo
Cuando parecía que el frenesí estaba llegando a su pico, Gabo agarra el micrófono para hacer un anuncio: hay invitados en la casa. El público lo celebra mientras sube al escenario Marcos Gianfrancesco, baterista de los primeros dos discos de la banda, para tocar “Lobotomía”. La conexión es explosiva, y el teatro vibra con una intensidad que se eleva aún más en “Manía destructiva”, el tema homónimo de su último trabajo de estudio..
El siguiente invitado es Mariano Lesta en guitarra, que sube para unirse en un tema que se siente como un homenaje al pasado glorioso del grupo. Le sigue “Presos por el odio”, donde la energía alcanza niveles desbordantes. Sin embargo, el desenfreno se interrumpe momentáneamente cuando una chica cae fuerte al piso. Al finalizar el tema, la banda detiene todo, y Leo toma el micrófono para dejar en claro un principio básico que nunca hay que dejar pasar: «No me cabe ni tres carajos lo que acaba de pasar. Ni tres carajos. Acá venimos a pasarla bien, ya demasiado con que nos hagan cagar afuera y con el gobierno de mierda que tenemos”.

“Brigada del metal” vuelve a encender los motores, y en el siguiente tema sube Paul Divano, el cantante de Velocidad 22. La audiencia no cede ni un segundo en su agite. El escenario estalla con “Régimen de violencia”. El cierre llega con “Te-thrash”, con un final tan alevoso. Justo antes de arrancar, alguien que se arrima por el costado del escenario le alcanza un cartón popular [de Termidor] al Masi, quien lo recibe como un trofeo y le da un sorbo generoso. El pogo alcanzó su punto más violento.

Antes de despedirse y sacarse una foto, Gabo toma el micrófono para un último mensaje:
«Donde torbellinos y gente de verdad, ahí vamos a estar; donde haya thrash y mosh, ahí vamos a estar. Ni iupi ni iai ni iaia, la puta madre». Y sentencia con una frase que queda grabada en todos: «Díganle sí a la música de verdad». La banda deja el escenario, pero el espíritu del thrash sigue vivo en cada rincón del teatro. Una noche que quedará en la memoria como un capítulo glorioso en la historia del under nacional.
Agradecemos, una vez más, la gentileza y la deferencia de los miembros de Icarus por confiar en nosotros como medio de prensa.

Crónica: Nicolás Alabarces
Fotografías: Gigi Cancio (Mastermind)
