Crónicas

La H no Murió, el tributo a Hermética a 35 años de sus orígenes

La H no murió pasó este sábado por un Teatro Flores a salón lleno. Con un público que hizo tronar el escarmiento a base de pogo, agite y aguante, se celebró el recorrido de un repertorio de temas atiborrados de mística argenta. Tal vez, un toque de nostalgia pudo advertirse tanto del lado de arriba del escenario como desde la gente. Desde Vientos de Poder  —homónimo en homenaje a uno de los temas-himno de esta banda—, asistimos a esta fiesta que estuvo plagada de sorpresas y anécdotas. El festejo de la memoria viva y el aguante de la banda inaugural del metal pesado en toda América Latina: Hermética. 

Cervezas en la esquina

Son las 18.50 en la ciudad de Buenos Aires. A esta hora, el calor insufrible de los últimos días empieza a menguar un poco y un viento levemente fresco y amable colabora en la empresa de quienes padecemos las viscosidades del verano. 

Llego con tiempo al Teatro de Flores y, mientras tanto, espero a Facu, amigo, redactor y artista que se encarga de registrar con imágenes los eventos del medio.

Como en el tema “En las calles de Liniers”, la realidad de la esquina se imponía sin la necesidad de que medie el lenguaje. Sólo transmitir lo primero que capta el nervio óptico, sin interferencia. Una realidad que se imponía incluso desde el hedor maltoso de la cebada de la cerveza acumulada en las calles. La turba metalera se agrupa en la esquinas con birras, saboreando un concierto que, como en la ocasión anterior a salón lleno, la banda no escatimó en hacer sonar los himnos más alevosos de la banda más importante de metal pesado de toda América Latina.

La cola para ingresar, ansiosa, ya superaba la cuadra entera de Pergamino a las 18.30, aún cuando la banda estaba anunciada para las 21. Los barcitos de enfrente, repletos, no hacían más que completar la mística metalera desde los marcos, con una composición, por demás, muy diversa y múltiple. Desde los más longevos que escucharon viendo V8 en vivo, hasta grupos familiares enteros con sus hijos, jóvenes mujeres y amigos adolescentes. Desde luego, una verdad nuevamente se ratifica. Aún cuando las usinas de la industria de la estupidez nos quieran mostrar lo contrario, el metal pesado vive y se renueva todo el tiempo.

Con mis amigos, en el concierto

Todos queríamos ver a la banda. La cerveza ya ardía en las venas de la gente y reclamaba una dosis de cadencias pesadas, una alegría al corazón. Ya a las 19 estamos adentro. Fueron dos horas de espera que pasaron con arengas a Ricardo Iorio, prohombre, caudillo y artífice incuestionable de toda la gesta popular pesada en el cono sur americano. No podía no advertirse un tono taciturno en esa arenga, pero de esa que hace que todo tenga una dimensión mucho más pasional: más real. 

Hasta que las luces se apagan y, al abrirse en el telón, el proyector comienza a desplegar todas las portadas de los primeros conciertos de Hermética, con la introducción sonando de fondo. “Cuidado con los tímpanos, llegó Hermética”, “Hermética en Cemento”, “Hermética en el Monster of Rock”. La piel erizada se contagiaba por ósmosis, porque ya ver eso te tiraba el cuerpo hacia adelante solo, involuntariamente. 

Cuando la guitarra del Tano comienza a tocar el riff de “Atravesando todo límite”, el público explota. En ese pequeño instante de frenesí explosivo, llegué a ver un grupo de tres amigos veteranos. Abrazándose, uno lloraba y entonaba las primeras estrofas. El otro, saltando aún abrazado a sus amigos, pugnaba por evitar que su cerveza no se le volcara, hasta que, vencido por la pasión, la revoleó al público. “Hermano mío, sólo resta decirte, que jamás te olvidaré. Tenlo presente”. Todo parecía tener sentido de nuevo y cada verso se hace carne. Esa es la diferencia con las plumas que escriben desde la verdad, como las letras de Hermética

Esa pasión no arredró un ápice en los siguientes temas con “Masa anestesiada”, “Vientos de poder” y “Memoria de siglos”. Con escenas conmovedoras en el público. Desde un padre con su hija a hombros, grupos de amigos enteros haciendo pogo y agitando, hasta grupos de chicas jóvenes que ¿bailaban? a su modo, pero también vitoreando su “ie ie ie ia!”, el “oi oi oi” con patente argenta. 

Estos fueron los primeros 4 temas del show, y todo recién empezaba. ¿Cómo soportaríamos tanta alegría?

35 años brindando aguante

Debe destacarse una ejecución del Tano casi inmaculadamente igual a la del disco de estudio, con una profesionalidad que su trayectoria pone en evidencia. Un Karlos Cuadrado impertérrito e implacable, un solidísimo Javi Rubio en bata y un O’connor que, por momentos, impostaba su voz con estridencia como sus años jóvenes. Esto ocurría sobre todo en los temas con carga y contenido más político. Una fibra sensible pudo notarse ahí, como en “Cráneo candente”, “Sepulcro civil” y “Olvídalo y volverá por más”. 

Donde más se notó fue en “Gil trabajador”. Se lo dedicó al actual ejecutivo del barco nacional, quien va a llorar a muro sionista, pero hambrea su hermanos locales. “Esa la está tocando el presidente”, dijo Claudio al terminar el tema. 

Por supuesto, no faltaron himnos como “Del camionero”, “Robó un auto”, “Vida impersonal” u “Otro día para ser”. Un repertorio heterogéneo que repasó la totalidad de la discografía de la banda, con todas sus aristas y ontologías estéticas: la obrera, la espiritual, la nativa, la nacionalidad, la miseria, el escapismo, el aguante, la amistad y la resistencia.

Con la verdad para adelante

Al comienzo de “Vida impersonal” no paraba de arreciar el sintagma-rezo por antonomasia de la misa metalera: “Olé lé, olá lá, Iorio es lo más grande del heavy nacional”, cuando Claudio O’Connor enseguida larga un “Sin ninguna duda”, cerrando, de ese modo, un grieta de más de 25 años. Un reconocimiento genuino de dos personas que transitaron un largo camino juntos y que, más allá de los surcos del destino, hicieron historia. Debe haber sido para todos un gran momento de catarsis y alegría a la vez. 

Luego de un solo alevoso de Javier Rubio en la bata, la banda vuelve al escenario para cerrar un show con los últimos cuatro temas. “Evitando el ablande”, “Soy de la esquina”, “Ayer deseo, hoy realidad” y un final apoteósico con “Tu eres su seguridad”. 

Cuando decíamos que la alegría y la fiesta se vivía tanto arriba como abajo del escenario es porque es algo que, ciertamente, se respiraba en el ambiente. Toda la banda, exultante, inmediatamente vuelve al escenario con las luces incandescentes para saldarse con el público y bailar, juntos, un “Highway to Hell” que sonaba de cortina de despedida.

Un legado metalero que no pierde vigencia

20 años no son nada, aunque a los 35 ya se comienza a orillear la vejez. A la posmodernidad tardía y a su industria alienante les gusta decretar la muerte (la muerte del arte, la muerte de la historia, la muerte del metal), pero como nos enseñó Ricardo Iorio “mas quien aguanta es el que existe”. 
Agradecemos la deferencia de los impulsores de este tremendo show, a saber, los responsables de AVproducciones Argentina, y a Nadya Cabrera en prensa, quien nos brindó el privilegio de asistir como medio de prensa acreditado a tamaño evento, sin el cual esto no hubiera sido posible.

Crónica: Nicolás Alabarces

Fotografías: Facundo Rodriguez

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Facundo Rodriguez

Fotógrafo y redactor. Aficionado al cine y los viejos FX. Fana de los cómics y todo lo que pegue bien con el metal.

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