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Malón celebró 30 años de «Espíritu Combativo» con un show cargado de historia y rebelión

La histórica banda celebró el legado del álbum más importante de su carrera en un Teatro Flores arrebatado por el pogo.

Treinta años después, el Malón volvió a irrumpir. No a caballo, ni con lanzas, pero afilado, lacerante, cargado de violencia metalera y celebrando el eco de una obra que lejos está de perderse en el vacío. Vacío que resurge como aquellos años ’90 que la vio nacer, como uno de los tantos estandartes de la rebelión metálica hacia el mundo. La rabia, organizada, volvió al escenario de manera bestial, dejando la puerta abierta para una invasión federal.

Las puertas del fortín de Flores se abrieron al atardecer, y la indiada hizo su ingreso de manera lenta y serena. Colmaron, media hora antes, el recinto, adueñándose del territorio incluso antes de comenzar la batalla. La incursión había comenzado, el calor que emanaba la turba hizo de las suyas y el alcohol circulaba. La convocatoria fue excelente, y pronto se hicieron escuchar. La cuenta regresiva llegó al mínimo. Las luces cayeron. Y como era costumbre, en plena oscuridad, el Malón atacó.

Treinta años de bronca

Malón salió al escenario en un grito de locura colectivo. Con muchísimo humo sobre el escenario y un juego de luces de los mejores (como es costumbre). El sonido se ajustó a la brevedad, ya que arrancó con algunos instrumentos por debajo de lo que nos tienen acostumbrados. Tocaron, para empezar, el álbum completo por el cual nos encontrábamos reunidos, con un leve cambio en el orden. Ya que de celebrarlo se trataba, «Espíritu Combativo» fue el primer tema que sonó en la noche, acompañado luego en orden por el resto del álbum. El agite acompañó la noche, tema a tema, por supuesto. Me atrevo a creer que no hubo una sola voz que no cantara, al menos, la primer parte del show.

Del disco en sí no hay mucho que no se haya dicho ya: es un manifiesto que escupe todas las verdades que las políticas de los años ’90 ocultaban o elegían pasar por alto. La convicción, aún presente, hacía fuerza en el escenario ante una pared invisible de realidades cíclicas en este país, con una crudeza ajustada, con treinta años (y más) de escenario encima. Las letras, que pisan tierra, embarran la botamanga y a veces hasta las rodillas, despiertan el síndrome de la protesta y la contra hacia injusticia sistematizada. Los puntos fuertes siguen siendo «Malón Mestizo», «Culto Siniestro», «Cancha de Lodo», «Castigador Por Herencia». Por supuesto, el malonero lleva al disco entero como un punto alto.

Hoy, el público es el de antaño, pero con tres, o cuatro generaciones mestizas en edad. El grito, es el mismo para todos. «Baila la hinchada, baila…» se coreó a pulmón. Son los negros, los grasas, dice la letra. Son el malón, del Malón. Están tomando el fortín de Flores, como ya es costumbre con ellos. Atormentados muchos por el alcohol (algunos, demasiado como para distinguir entre el baterista original y el actual), acosados por la nostalgia otros, la mezcla encaldecía el aire y lo espesaba. Y la banda no da tregua. Celebra el disco sin mediar palabra, sin dar concesiones. Fue un pogo de 40 minutos, sonando como nunca.

Hoy como ayer

La segunda parte del set, tras una breve pausa cuyo vacío fue abarcado por una corta introducción, tuvo como protagonista a «Oscuro Plan del Poder», la última obra de la banda. En el medio, Javier Rubio metió un breve interludio de bateria, en el que la banda aprovechó nuevamente para cambiar aires. «La Convergencia», «Ancho Falso» y «Un Cielo Rojo», se mezclaron con otros clásicos, como «Nido de Almas» y «30.000 Plegarias», otro icónico himno de la banda que remite al pasado nacional y refuerza la memoria en tiempos de olvido.

Para el final, «Pacto Pesado», «El Infierno de Ayer», «Grito de Pilagá» e «Hipotecado» le pusieron el sello a casi dos horas de show, que no se sintieron en absoluto, ya que la banda (en particular, O’Connor, que es quien siempre habla) no paro para hablar hasta los últimos temas, donde se mostraron agradecidos y le dedicaron algunas palabras al disco que inició la carrera de la banda como Malón.

Para las 23hs, la indiada mermaba su fuerza. El malón se retiraba, dejando aún de pie el Teatro Flores. Así fue el comienzo de una celebración de meses, que arrastrará la rabia y resistencia de treinta años acumulados, por todo el país. Uno de los mejores shows que la banda puede dar, repasando los inicios de su carrera, y esperando que, para el año que viene, se celebren los treinta del disco sucesor.

Desde Vientos de Poder, agradecemos a Nadya Cabrera, prensa de Malón, por considerarnos como medio para la cobertura de este evento.

Crónica y fotografías: Facundo Rodriguez (Shots by Far)

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Facundo Rodriguez

Fotógrafo y redactor. Aficionado al cine y los viejos FX. Fana de los cómics y todo lo que pegue bien con el metal.

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