Deafheaven: Un baño de sol, calor y brisas californianas en una noche mágica de post Black Metal

*Fotos: Constanza Moreno

Son las seis de la tarde en la Ciudad de Buenos Aires, es un viernes con un calor absurdo que hace semanas que no cesa. Un calor ominoso, dañino. Todavía el sol arrecia fuerte en el ambiente, a pesar de estar más cerca del ocaso del día. De algún modo, el tiempo comenzaba a augurar una noche atípica de Black Metal, muy lejos de los gélidos inviernos noruegos, los silenciosos bosques y las depresivas neblinas mortuorias que invocan las gramáticas cosmogónicas y apoteósicas, tópicos por antonomasia del género. Por el contrario, todo anunciaba una noche blackgaze al estilo californiano, contaminado por el calor del sol, un aire templado que pondría incómodo a más de un semblante adusto y fotofóbico de las viejas filas del Black Metal. A pesar del calor, algo empezaba a estimular el hype endorfínico del cuerpo, más parecido a la felicidad en un día de playa, con una cerveza fría y la arena fina que morigera y masajea los nervios del cuerpo.

Siete menos diez llego a Uniclub. Noto muy poca gente para un evento que, por el horario de convocatoria, empezaba realmente muy temprano (tras la pandemia, me empecé acostumbrar a llegar a las siete de la tarde y a las once de la noche ya estar pegando la vuelta a mi casa, sordo, un poco borracho y famélico del hambre). Ya dentro del lugar, el ambiente comenzaba a ratificar un poco las sensaciones previas de la fecha, gente con la remera de Darkthrone, Burzum, Mayhem, pero también chicos con remeras de Minor Threat, Title Fight, American Football e incluso una chica que vestía un veraniego vestido blanco con un victoriano sombrero playero, ostensiblemente grande. ¿Qué clase de hibridez era esta, que osaba mezclar la presencia de culturas y cadencias sonoras tan antagónicas? Se trataba, en suma, de una heterogeneidad shoegaze con reminiscencias indies y del hardcore gringo straight edge. Se percibía cómo las energías se entrecruzaban en el aire y todo se conjugaba armoniosamente, sin tensiones, sin resquemores.

Alrededor de las ocho sale la banda soporte de la cita, Mitodian, que se autodefine a sí misma como passive-agressive Metal. Abren el show con el opening de Friends (suelen abrir con el opening de Dragon Ball Z y Evangelion). No tardó en juntarse el público, y ya un buen número de personas que se nucleaba cerca de la valla coreaba con ellos: “I’ll be there for you, when the rains starts to pour”. En el segundo tema, el corte es tajante: cambia la disposición de los cuerpos de los integrantes, el sonido de la viola se pudre, la batería acelera y Nico Tordo, cantante y frontman de la banda, se arquea empuñando fuerte el micrófono y largando una potente voz estridente.

Mitodian abriendo la noche en Uniclub

El punto álgido fue con el quinto tema, “Luchemos por la vida”, que hace una referencia irónica a la vieja propaganda estatal de seguridad vial, con una letra que paradójicamente está cargada de odio y existencialismo misántropo, con un grupo de seguidores de la banda que, desde abajo, ya empezaba a agitar y a encender el clima de una poderosa noche de Black Metal. El outfit de Joaco, uno de ambos guitarristas de la banda (que vestía una malla y una remera de colores rosa eléctrico) ya vaticinaba el sensorium de la noche: un Black Metal con armonías limpias, melodías acústicas y síntesis de paz y violencia, felicidad y existencialismo, potencia y sentimentalismo. A las 20.30, con un ejemplo cabal de un joven metal emergente y un sonido realmente potente y prolijo, y tras cinco temas que repasan toda su trayectoria musical, Mitodian concluye su show, dejando al público ya prendido para la estrella de la noche, el quinteto californiano Deafheaven.

A las 21 Uniclub ya estaba atiborrado de gente, no cabía más nadie, siquiera en los rincones superiores del lugar. Con las cortinas cerradas, se comenzaban a escuchar las pruebas de sonido de la viola. La manija y la ansiedad del lugar incrementaban, esa sensación que, aunque uno no quiera, se contagia por ósmosis, se siente en todas las fibras del cuerpo. Se abren las cortinas y diez minutos después sale Deafheaven, sobrios y sin sobresaltos, pero desde abajo el frenesí ya era incontenible, y el público vociferaba de todo, aunque prevaleció, al principio, un vitoreo de “¡Dale, campeón!”, al notar que Shiv Mehra, el indio americano y uno de los guitarristas de la banda, lucía la casaca de la Selección Argentina.

Enseguida, un frenético George Clarke, con un exhorto, nos pregunta si estamos preparados para la noche, mientras la banda comienza con un violento arranque interpretando “Black Brick”, del sencillo homónimo de 2019. El éxodo inaugural fue oscuro, con un mosh lleno de mística que alternaba movimientos de un público más cercano al hardcore punk y al headbanging blackmetalero. El segundo tema abre el primer intersticio de luz de la noche, con el tema “Irresistible” del «Sunbather», el disco que instalaría a la banda en el centro de la escena del U. S. post black metal más radical y novedoso. Esta alternancia marcaría el pulso del show, que pivoteó entre temas con la agresividad del Black Metal y temas con el sentimentalismo veraniego de California. Así lo hacían con las siguientes tres canciones, “Shellstar”, “In Blur” y “Great Mass of Color”, que repasaban su último disco, limpio y melódico.

Deafheaven pisando las tablas en Argentina

“Canary Yellow” y “Mombasa”, los dos canciones siguientes, van progresivamente arreciando la escalada del show, con inicio armónicos y cambios de ritmos agresivos, el warming up para que se abriera paso a los temas más álgidos y violentos de Deafheaven, con “Brought to the Water” y, finalmente, el cierre del show con “Dream House”, con un público completamente alienado y cooptado por un George Clarke que no paraba de moverse, de headbangear y que, por momentos, temblaba y bailaba como un Ian Curtis en clave Black Metal.

Fueron diez temas y una hora y veinte minutos de show que agotaron el heterogéneo y variopinto excursus estético de la banda, con la interpretación de canciones de sus cuatros discos más emblemáticos, y que hicieron de ese momento en Uniclub una noche post black metal llena de mística californiana.

Agradecemos a NoiseGround Producciones por armar este gran evento y a Gaby Sisti por confiar en nosotros como medio de prensa acreditado para este show.

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Nicolas Alabarces

Licenciado en Letras (UNC) y actualmente becario CONACYT en Filosofía Política por la Universidad Autónoma de México (Xochimilco). Tomado completamente por las cadencias malaleche, escucha Metal desde chico, cuando un amigo le pasó un cassette con canciones de Maiden, Hermética, Slayer, Metallica y Sepultura.-

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