Iron Maiden en Huracán: una oda épica a la vigencia
La Doncella de Hierro se apoderó de más de 50.000 almas en el estadio Tomás Ducó
Luego de varios meses, y una espera que parecía interminable para los fanaticos argentinos, Iron Maiden llegó a nuestro país. Fue para brindar dos shows que prometían ser épicos, en el marco del Future Past World Tour 2024. La primera de las citas sería en el estadio de Huracán, el Tomás Ducó. Luego tocaría en el Movistar Arena. Pero sabemos que la Doncella es una banda de estadio, por eso nos referiremos a este caso puntual, además que fue el regreso oficial a nuestro pais. Se trató de un recinto poco conocido para las huestes metálicas, que si bien generó algunas confusiones y varias demoras en los ingresos, estuvo perfectamente adaptado para la ocasión.
Cuando llegamos a Buenos Aires hacia el mediodía desde Córdoba, la lluvia no daba tregua. El cielo prometía una jornada pasada por agua. Sin embargo, luego de una afable espera, con birras y muzzas de por medio en el Bar de Huracán, en Avenida Caseros y Esteban de Luca (¡altamente recomendable!), el cielo comenzó a despejarse. Hacia las cuatro de la tarde, el sol brillaba sobre el firmamento. Dio parecía haber oído nuestras plegarias.
Ya en el lugar, miles de camisetas negras se mezclaban con los barras del Globo. Estos parecían administrar los puestos de venta en el exterior: cervezas, gaseosas, stickers, remeras, llaveros, banderas, afiches y cualquier cosa relacionada con Iron Maiden. La seguridad del estadio, y la Policía de la Ciudad, intentaban que no se desmadre la cosa.
A las cuatro de la tarde ya estábamos en la fila, era la hora programada para la apertura de las puertas. Sin embargo, esta se demoro, y una hora después comenzó el lento ingreso. Una vez adentro pudimos ver la gran estructura que sería el escenario, con dos pantallas gigantes en cada lateral, y otra mas hacia el medio del campo. Dos puestos de merchandising oficial atestados de gente, cinco postas sanitarias, puestos de comida y bebidas, una treintena de baños químicos, cientos de encargados de seguridad… y los más fanáticos aferrándose a la vallas de contención, para tener luego su lugar de privilegio a la hora del show…
Parecíamos estar en una ciudad adaptada para lo que estaba por venir. Otro acierto para quienes teníamos las entradas con QR fueron las entradas plásticas que daban al ingreso, a modo de souvenir, y con un codigo para escanear. Te daban la posibilidad de ganar algunos premios (vinilos o setlists autografiados). Pero nadie ganó nada, hasta donde sabemos. Por otra parte, la señal dentro del estadio era nula, a los puestos oficiales les costaba vender con medios digitales, y mandar una simple foto por whatsapp podía demorar horas.
Lo más grande del Heavy nacional
Tal como estaba programado, a las ocho menos veinte (ni un minuto más, ni un minuto menos), los legendarios Malón pisaban el escenario para encender la llama. El inicio fue con el corte difusión «Un Cielo Rojo», de su último álbum, «Oscuro Plan del Poder». Si la gente esperaba temas de Hermética, banda que fundaran el Tano Romano con Claudio O’Connor y Ricardo Iorio a fines de los 80s, no fue el caso. Por el contrario, se despacharon con los grandes clásicos de su discografía. Sonaron e hicieron cantar a gran parte de la multitud con gemas nacionales de la talla de «Hipotecado», «Gatillo Fácil», «Grito del Pilagá» o «30.000 Plegarias». También hubo espacio para repasar lo más nuevo, como «El Infierno de Ayer», o «Impulsando el Encuentro».
Me sorprendió gratamente ver la gran cantidad de público que cantaba, pogueaba y levantaba los puños no solo con su clásicos, si no también con su material más nuevo. La banda en sí suena ajustadísima. La mano derecha del Tano es ya una marca registrada, con esos riffs y machaques trabados y potentes, que cuesta que no te arrastren al cabeceo. La presencia de O’Connor es otra marca registrada, además se lo vio más activo en su rol de frontman. Mientras, el experimentado Karlos Kuadrado y el pibe Javier Rubio armaban una base de plutonio: pesada e infranqueable.
Cerarron el set con más de esas grandes joyas que le han brindado al Metal argentino: «Malón Mestizo», «Espíritu Combativo», «Síntoma de la Infección», y un cierre impresionante con aquel clásico himno de la escena nacional que compusieron el Tano junto al recordado Ricardo, para el disco «Ácido Argentino»: «Vientos de Poder». Un verdadero temazo, que también da nombre a este medio. Para nosotros, es el himno del Metal Argentino. El pogo fue intenso y masivo, casi al nivel de lo que luego sería con la banda principal. Así se despidieron ante la ovación de un estadio que ya estaba en un 80% de su capacidad, y la noche empezaba a cubrir el cielo. ¡Se venía Maiden!
Lo más grnade del Heavy Internacional
Ya entrada la noche, el clásico tema de UFO, «Doctor Doctor», comenzaba a sonar, dando a entender que Dickison y compañía estaban a punto de saltar al escenario. Como explicó el mismo Bruce tiempo atrás, poner ese tema es la señal y la cuenta regresiva tanto para ellos, como para su equipo y el público. «Significa que estamos a unos pocos minutos de ponernos en acción», señalaba a la prensa. La ansiedad se vivía a flor de piel. Es que era la primera vez que la Doncella pisaba la Argentina en post-pandemía. Era como si hubieran pasado décadas, pero fueron solo cinco años.
Luego vino la intro con un tema de Vangelis, «Blade Runner». Muchos la relacionaron con el mítico programa televisivo Futbol de Primera. Pero no va por ese lado, ellos ya la usaron antes. Es la misma entrada que metían en sus presentaciones a mediados de los 80’s, cuando acababan de sacar el ya legendario álbum «Somewhere in Time». Así la banda saltó a escena con «Caught Somewhere in Time». El público encendido, se apropiaba de las melodias y cantaba todo. No solo los estribillos, también las partes instrumentales.
Con un estadio a punto de explotar en capacidad y emociones, llegó el turno de «Stranger in a Strange Land». Otro clásico de aquel disco lanzado en 1986. Es que en parte, de eso se trataba esta gira, de repasar aquel emblemático álbum, enlazado con lo más nuevo de la banda: el excesivamente técnico «Senjutsu», de 2021. Aquí hizo su primer aparición el emblemático Eddie, en su forma vaquera, tal como en la portada del segundo single, lanzado en noviembre de 1986. Luego de hacer algunas señales de amenaza hacia los músicos, y desapareció de escena, prometiendo regresar.
Así dieron paso a «The Writing on the Wall», con imágenes de fondo alusivas, uno de los cortes difusión de dicho trabajo. Alli cada uno de los seis músicos fue dando una cátedra de virtuosismo, y una demostración de genialidad compositiva e interpretativa. «Days of Future Past», «The Time Machine» o «Death of the Cells», siguieron para no alejarse de lo más nuevo de la banda. La gente se mantenía absorta ante tan ilustre lección, y la atención y el respeto le ganaban en espacio al pogo y los saltos.
Pero volvió el momento de repasar la historia. Fue cuando la pista de audio de la clásica serie de los 60’s, «The Prisioner», daba lugar a aquella gema escondida de la emblemática obra «The Number of the Beast». Primer álbum en el que participaría el hoy irreemplazable Bruce Dickinson. Las imágenes en las pantallas iban acompañando aquel recordado diálogo: «–Queremos información, infomación, ¡infomación!». -«¿Quién eres tú?», – «El nuevo número dos», -«¿Quién es el número uno?» -«Tú eres el número 6», -¡Yo no soy un número, soy un hombre libre!» (Risas). Todo el estadio se volvió a encender en pogo, salto, abrazos, algunas lágrimas, y los puños en alto llegaban hasta el último de la fila.
La emotividad no daba tregua. Acto seguido se despacharon con una seguidilla de himnos de la escena metálica mundial. Obras que marcan un legado eterno para los amantes del género en cualquier rincón del planeta: «Can I Play With Madness», que sigue sonando al día de hoy en las FM dedicadas al Rock, conectada con la soberbia composición «Alexander the Great», un tema que nunca habían ejecutado en vivo, hasta este tour. Mención aparte para «Heaven Can Wait», uno de los más coreados, y que contó con la aparición del Eddie Cyborg, para agarrarse a los tiros con Bruce arriba del escenario mismo. ¡La espectacularidad es otra de las características infaltables de Iron Maiden en vivo!
Luego improvisaron un final, con uno de sus himnos: «Fear of the Dark», y el estadio convirtiéndose en una marea humana hasta en las tribunas. Fue seguido del tema que dio nombre a la banda: «Iron Maiden». Aquí Bruce cambió su atuendo futurístico, y se puso la típica campera de cuero que usaba el recordado Paul Di Anno. Tal vez, en señal de homenaje. Así se retiraron de escena, y solo quedó el bueno de Nicko repartiendo baquetas y parques. Recordemos que este querido personaje ha pasado recientemente por severos problemas de salud, y hasta se comentaba su salida de las presentaciones en vivo del grupo. La ovación al eximio baterista hacía temblar las tribunas.
La oscuridad se apoderó del Ducó. Pero el público no se iba, y coreaba fuerte el nombre de la banda. Así debieron regresar a escena, y nos entregaron un verdadero show de luces, fuegos artificiales, habilidades tecnicas y genialidad interpretativa con otro tema de su nuevo álbum: «Hell on Earth». Una canción que pinta para convertirse en infaltable de los próximos set lists.
Y como «todo tiene un final, todo termina» (citando a nuestro procer nacional, recientemente fallecido Willy Quiroga), llegó el momento que nadie esperaba, la despedida. Fue con dos obras universales del Rock mundial: «The Trooper» (esta vez no hubo silbidos ni quejas ante el Eddie con su bandera británica, por suerte) y el emotivo «Wasted Years». La marea humana parecía estar en medio de un tifón.
Fue otro final épico, como nos tiene acostumbrados estos seis genios musicales, que no hicieron más que tirar magia durante casi dos horas. Bruce dijo lamentar que la segunda presentación sería en un recinto mucho más chico. De todas formas, nos pidió que nos los extrañemos. Es que no mucho tiempo comenzarán la gira por 50 años de la agrupación, y nos querran a todos de vuelta acompándolos nuevamente. Y ahí estaremos, con total seguridad, para asistir a otro show único e irreemplazable. Esperemos que la próxima vez, no haya sobreventa de entradas, ni manos negras haciendo ingresar gente por la puerta trasera. Es que el campo y la cabecera trasera estuvieron revendidos. A mucha gente con entrada en la mano se le complicó disfrutar el show como corresponde.
Fuera de aquellos detalles, vivimos un espectáculo que está a otro nivel. Podemos asegurar que por sobre cualquier otra banda sobre la faz de la tierra. Por otra parte, quedó en evidencia que el idilio entre la potencia británica del Heavy Metal y los fanáticos argentinos está a flor de piel. Finalmente, disfrutamos de un grupo musical que, con casi medio siglo de historia, ha hecho escuela en el mundo del Rock en general. Una leyenda que está mas vigente que nunca, y que parece todavía no haber alcanzado su techo. «¡Ups the Irons!».