Crónicas

Avernal ratificó, una vez más, su liderazgo en la escena del Death Metal local

Crónica del show realizado en Uniclub días atrás

20 años no son nada, dice la vulgata gardeliana, pero con 30 uno ya puede arrogarse cierta autoridad, y con razón. Es ciertamente el caso de Avernal, la longeva (pero lozana) banda de zona sur que se presentó en su primera fecha de Uniclub del año y, nuevamente, ratificó su liderazgo en la escena del Death Metal local y el cono sur iberoamericano. Una impronta que viene labrando hace más de 30 años, con un tesón y una persistencia abnegados e inclaudicables. 

A pleno salón lleno, las paredes de Uniclub se vieron agobiadas por las potentes cadencias del death metal. Además de la avasallante Avernal, también disfrutamos la presencia de Corpus Christi y Blodig, que inauguraron esta fecha atiborrada de machaque y malaleche. Desde Vientos de Poder, y gracias a la gentileza de Terror Producciones, pudimos asistir a tamaño evento y te contamos todos los detalles.

Otoño y Death Metal en la ciudad de Buenos Aires

Tengo una imagen persistente en la cabeza. Es la del cuento de Fogwill, “Una muchacha punk”, y la figuración precisa que hace de un frío impropio del otoño, casi vaticinando la crudeza del invierno por-venir. El sintagma es iterativo en todo el cuento: “el frío calaba los huesos”. Esta es la imagen que tengo, pensando en que, desde el laburo en bici hasta Almagro, donde se va a celebrar este ritual local de Death Metal con Avernal, Blodig y Corpus Christi, el frío realmente me va a coger.

Es así. Llego temprano y las pocas personas que empiezan a orillear las inmediaciones de Uniclub escamotean sus remeras de bandas con buzos, camisas leñadoras y camperas. El frío te cala los huesos. 

Esta desavenencia climática, que un poco sádicamente disfruto, no es ningún obstáculo para el goce. Todo estaba dispuesto para entregarme a los dulces brazos de Tánatos, dios de la muerte. Son las 19.33. Es temprano, pienso. Me cruzo al Coto, me compro dos latas de birra y, sin apuro, con parsimonia y largamente tendido, abro la primera de ellas arrinconado en una esquina, bajo el reparo de un zaguán de hormigón. El frío cala los huesos. Me gusta sentir la sensación de la cerveza fría ingresando en un cuerpo también frío. Es una tautología física, o una redundancia ontológica, no sé. A los 20 minutos, con el brío que me infundieron estas dos latas de cervezas, encaré: ya estaba dentro del salón.

Con el cuerpo de Cristo

Son las 20.05 y ciertamente somos pocos los primeros en llegar. Eso no arredra a la primera banda en inaugurar esta noche de herejía y malaleche, Corpus Christi, para quienes la acumulación numérica es apenas anecdótica. Se trata del death power trío integrado por Pely Macchi en viola y voces, Bruno Danza en bajo y voces y Marta en batería. 

Con una gramática construida sobre la base de la violación sacrosanta y la herejía, el éxodo de Corpus Christi arranca con la intro que toma una intertextualidad sonora evidente, “Infernal Death” de Death. El sonido característico de la banda saliente comienza a imponerse, un sonido particular que ciertamente reescenifica lo mejor del Death Metal clásico. Así largan con su primer tema, “Dies Irae”.

El contraste sacral de Pely y su infernal voz gutural resulta por momentos hipnótico. Ensimismamiento este que se interrumpe enseguida ante el violento sonido integral de la banda. Con ese pulso agresivo, escalan la brutalidad de su show con cinco temas más. A saber: “Aberración cromática”, “Manto de impiedad” , “Agresividad”, “Abismo” y su canción homónima, “Corpus Christi”. Con el escenario todavía vibrando, todo estaba listo para la segunda banda de la noche. 

Blodig: la encarnación del death metal old school

Era el turno de Blodig, aún envalentonada con el flamante EP que la banda sacó en las postrimerías del 2023, “Graveyard Decay”. Conformada actualmente, tras algunas salidas, por Gabriel García (guitarra), Ariel Bukato (voces), Sergio Conforti (guitarra), Federico Fischer (bajo) y Leo Schworer (batería). 

La oscuridad se adueñó del ambiente, envolviendo cada rincón del recinto con su manto tétrico mientras el reloj marcaba las 20:50. Blodig hizo su entrada con una fuerza imponente, como si las mismas puertas del infierno se hubieran abierto para dar paso a su brutalidad sonora. Sin dar tregua, comenzaron su set con «Disturbed Burial», una oda al caos y la desolación que resonaba con una intensidad demoníaca.

El segundo tema, «The Dance of the Corpses», provocó una extraña reacción en el público. Dos individuos, inmersos en un trance casi ritualístico, se lanzaron a un furioso headbanging mientras el resto de la audiencia observaba con una mezcla de fascinación y desconcierto.

A medida que la temperatura del lugar ascendía, alimentada por la presencia abrasadora de los asistentes, Blodig continuó su marcha hacia la oscuridad con «Altar of Dementia». Los riffs desgarradores y los ritmos frenéticos se combinaron para crear una atmósfera asfixiante. Era como si estuvieran invocando a entidades primigenias desde lo más profundo del abismo.

En «I am the Chaos», la cuarta canción de su set, el caos estalló. Un pogo infernal se desató en el centro de la multitud, arrastrando a los desprevenidos hacia su vorágine. El cantante, con una voz gutural que resonaba como un lamento de las almas condenadas, lanzó una diatriba contra la apatía del público: «¡Vienen a escuchar Death Metal, la concha de su madre!», gritó, desafiando a cualquiera que se atreviera a desafiar su furia.

Blodig resumió su show de ese modo, impertérrito y brutal: un torrente de notas distorsionadas y malaleche. Cierran su set con «The Cavern» y «Queen of Coffins». El reloj marcaba las 21:30 cuando el último acorde resonó en la oscuridad, dejando tras de sí un rastro de destrucción sonora y emocional. Blodig había cumplido su cometido, dejando a la audiencia exhausta pero imbuida con la fuerza primigenia del death metal.

Avernal: gramáticas de la putrefacción

Avernal, con sus tres décadas de derrotero inclaudicable en la escena, no necesita ni preámbulos, ni prolegómenos ni presentaciones. Su mera nominación y presencia habla por sí sola; su música avasallante, también. 

La atmósfera estaba cargada de expectación. Mientras, la multitud del salón, en el que no cabía nadie más, aguardaba con fervor la llegada de Avernal, a esta altura ya una leyenda del Death Metal del cono sur, con tres décadas de trayectoria a sus espaldas. Entre la maraña de cabezas, llamaron mi atención un grupo de devotos cuyos rostros estaban marcados con tatuajes que replicaban acaso el semblante ceremonial de la sempiterna voz y líder de la banda, Cristian Rodríguez. Era evidente que, para ellos, Avernal no era sólo una banda, sino algo más.

Con un estruendo ensordecedor, Avernal irrumpió en el escenario con una fuerza abrumadora, desatando un torbellino de caos y brutalidad sonora que engulló a la audiencia. «Huacalera», «Mediador» y «Habitante de cadáveres» fue la tríada con la que abrieron su set, cada acorde resonando como un golpe directo al alma de quienes se entregaban sin reservas a las cadencias malévolas del death metal.

El viaje a través de las tinieblas continuó con «Arqueitipo de Saturno», «Alquimia», «El guardián de la sombra» y «Hilera de cráneos», cada canción más intensa y devastadora que la anterior.

Anunciando un viaje al pasado, Cristian hace una pausa y anuncia: “es momento de un viejazo”, para, de ese modo, desenterrar un clásico de sus primeros discos, «Catalepsia», que desató una ola de nostalgia entre los fanáticos más veteranos. Aunque sin arredrar a los más jóvenes, que eran muchos. La voz de Cristian, previamente reconocible por su distinción, se transformó, para este tema, en un rugido gutural e indomable, ciertamente indistinguible, como si estuviera poseído por las mismas fuerzas primigenias del abismo. Se trató, sin duda, de un rasgo distintivo de aquel joven Avernal en los albores más brutales de la banda.

Sin embargo, «El edén», «La densidad», «Carne para la bestia» y «La tormenta» continuaron alimentando el frenesí desatado en el corazón del público, que respondía con un fervor abnegado a cada acorde y cada grito.

El clímax llegó con «Hoy puedes pudrirte», un himno que hizo temblar los cimientos del recinto y llevó el pogo a su punto álgido. Avernal dejó el escenario envuelto en una atmósfera de caos y éxtasis, dejando tras de sí la marca indeleble de su alevosa y brutalidad sonora, única e inconfundible. Antes de despedirse, y con el público todavía alienado y ensordecido, la banda anuncia sus próximas dos fechas: una en Ramos Mejía y otra de local, en Quilmes.

Agradecemos, una vez más, la gentileza y la deferencia de Terror Producciones, por confiar en nosotros como medio de prensa, y sin las cuales jamás habríamos podido presenciar y disfrutar de tamaño evento. 

Al Death Metal, salud.

Crónica: Nicolás Alabarces
Fotografía: Hope Fotografía

Nicolas Alabarces
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Nicolas Alabarces

Licenciado en Letras (UNC) y actualmente becario CONACYT en Filosofía Política por la Universidad Autónoma de México (Xochimilco). Tomado completamente por las cadencias malaleche, escucha Metal desde chico, cuando un amigo le pasó un cassette con canciones de Maiden, Hermética, Slayer, Metallica y Sepultura.-

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