Informe

Las bandas de Metal que sobrevivieron a los caóticos ’90s

Los albores de la década del ’90 fueron territorio hostil para nuestro querido género, tanto desde lo cultural, como desde lo mediático, y por ende desde lo masivo. Desde las principales publicaciones gráficas se hablaba del fin de una era, los sellos discográficos comenzaban a apostar por sonidos alternativos, las grandes cadenas desplazaban al Metal y al Hard Rock de sus pantallas para dar lugar a las nuevas corrientes, y los espectáculos con grandes concurrencias de público pasan a ser cosa de un nostálgico pasado para las bandas clásicas.

El principio del fin de todo esto comienza en las oficinas de las Industrias Culturales, las mismas que pusieron al género en la cúspide en los 80’s, deciden abandonarlo a su suerte y dar lugar a nuevos referentes musicales que imponer a la audiencia. Así mientras importantes bandas como Whitesnake, Twisted Sister, Ratt o Dokken empiezan a desaparecer, los grandes dinosaurios como Iron Maiden, Judas Priest, o Motley Crüe, ven a sus legendarios vocalistas irse a probar suerte a otros horizontes (el mismo Metal God, afirmaría en aquellos años que el Heavy Metal estaba muerto).

Al respecto recordaba tiempos atrás una de las voces más autorizadas del Universo Metálico, la gran Doro Pesch: “En los ’90 fue un poco duro, porque cuando llegó el grunge, el Heavy Metal y el Rock dejaron de tener apoyo. La industria solo quería el grunge. Creo que grabé como cinco o seis discos y puse todo mi corazón y alma en ellos, después les mostré el disco a la compañía y les decía: ‘Creo que esta podría ser un gran single’, ‘Esta podría ser un gran vídeo’, ‘Escucha, creo que es un gran disco’. Y respondían: ‘Bueno, ¿es grunge?’, y decía: ‘No. No es grunge para nada’, y decían que tenía que ser grunge, ni siquiera querían escucharlo. Decían que no podían promocionarlo, que tenía que ser grunge, pero yo no lo sentía, yo soy metalera. Luego hice un par de discos industriales que me encantan, pero tampoco quisieron, insistían en que tenía que ser grunge”. La industria discográfica decretaba que era el turno de las canciones monótonas, nihilistas y depresivas, y más luego en versiones chatas, desinfladas y aburridas con las sesiones de MTV Unplugged con Pearl Jam, Alice in Chains o Nirvana, poniendo de moda las versiones acústicas.

En la escena reinaban la confusión y la incertidumbre… Hubo quienes intentaron adaptarse a la dura y depresiva ola que llegaba, algunos airosamente como nuestro añorado Ronnie James Dio con su “Strange Highways”, un álbum artificial y excesivamente denso, en el que intentó combinar este nihilismo con su sonido clásico, o los Scorpions endureciendo la propuesta con su “Face the Heat”, lo cuál no fue suficiente para la industria, o el exitoso caso de Pantera, que de pasar a hacer un Hard Rock glamero, salió a ganar territorio con su nuevo Groove Metal pegador. Otros intentaron acercarse torpemente al sonido surgido de Seattle, como es el caso de Poison con su “Native Togue” o Coroner con su disco “Grin”, que cortó con una trayectoria intachable… También hubo quienes intentaron innovar erroneamente: Guns and Roses intentó trascender con un disco de covers, pero solo logró comenzar su etapa más decadente y la estampida final; los legendarios Black Sabbath tuvieron un magro resultado con “Forbidden”, que por presión de la discográfica contó con la producción de Ernie C (de la banda de rap Body Count) para modernizar su sonido, dejándonos lo que para muchos fue el peor disco de su colección (aseguro que no es mi caso). Mientras tanto en Alemania, los creadores del Power Metal, Helloween, se alejaban totalmente de sus raíces porque veían que ya no era negocio, y sacaban un sórdido experimento musical como “Chameleon” (1993), su disco más criticado hasta el momento; y en EEUU Virgin Steele sacaba un controvertido disco de baladas sin alma, como “Life Among the Ruins”.

Sin embargo, dentro de este panorama sombrío para bandas, productores y fieles seguidores del género, hubo algunos artistas que supieron mantener la bandera en alto, a veces hasta sacrificando dinero, apostando al mejor género que ha dado la historia de la música, sin prestar atención a lo que la industria musical pedía a costa de no mandarte al olvido, y que mantuvieron cierta notoriedad:

Motörhead
Cuando no, la banda del legendario y querido por todos los géneros marginales del Rock, Lemmy Kilmister, dando una demostración de actitud y lealtad a lo que uno es y quiere ser. Con su lanzamiento del discutido “March or Die” en 1992,dejó en claro que seguir las tendencias para estar entre los primeros puestos del Billboard no estaba entre sus objetivos. Un trabajo de estudio que contó con invitados de lujo como Ozzy o Slash, y que dejó buenas composiciones como «I Ain’t No Nice Guy», «Hellraiser” o «You Better Run», pero que es considerado entre lo más flojo de su discografía, y que le propinó su mayor fracaso comercial.
Sin embargo esto no le importó al legendario personaje, y apenas un año después redobla la apuesta, publicando el rápido y furioso “Bastards” (ya con la incorporación definitiva del poderoso baterista Mikkey Dee), con clásicos de la altura de “I Am The Sword”, “Born To Raise Hell” o “Bad Woman”. La épica labor continuaría en esta década con lanzamientos como el clásico “Sacrifice” (1995) o “Overnight Sensation” (1996), siempre en la linea de su característico Heavy-Speed-Rock&Roll-Boogie-Punk.

Manowar
Cuatro años le llevó a la dupla Adams-Di Maio conseguir reemplazos para el guitarrista Ross the Boss y el baterista Scott Columbus, y los elegidos fueron David Shankle y Rhino, respectivamente. El resultado fue más que alentador para las huestes del acero y estuvo a la altura de las expectativas: “The Triumph of Steel” (1992), su quinta obra maestra, un trabajo que mantiene el sonido épico de la banda, pero con un enfoque más oscuro y agresivo, con la clara intención de contar una historia de odio y venganza basada en el poema griego “La Ilíada”. Posiblemente el álbum más metálico que haya salido por aquellos años…
Pero la apuesta no quedó ahí, y continuó en 1996 con el lanzamiento de “Lounder than Hell”, donde añaden 10 nuevos himnos a sus sagradas escrituras de lo que es el True Heavy Metal, y que cuenta con el regreso del gran Columbus tras los parches y la llegada del virtuoso guitarrista Karl Logan. Pistas como “Return of Warlord”, “Brothers of Metal”, “Gods Made Heavy Metal”, “Courage” o “The Power” son verdaderas declaraciones de principios en aquellos años. Obviamente los reyes del Heavy Metal ultra ortodoxo no podían la excepción de esta lista, los hechos nos demuestran que han sido uno de los proyectos musicales más dedicados a reivindicar la pureza de un género que se resistió a desaparecer.

Accept
Luego de su separación un par de años atrás, el guitarrista Wolf Hoffmann y el cantante Udo Dirkschneider deciden volver a la vida a la gran banda alemana en un momento crítico para el género, con casi todos sus miembros originales, pero esta vez como cuarteto (el guitarrista de la banda solista de Udo, Mathias Dieth, hizo de guitarra rítmica en los primeros ensayos, pero luego el mismo Wolf se encargó de descartarlo como miembro oficial). El motivo esgrimido en algunas entrevistas de la época, es que estaban al tanto de la desazón que estaban viviendo sus seguidores a nivel global con la debacle de la escena. Así es que lanzan un álbum explícitamente dedicado a todos aquellos que aun seguían firmes apoyando al Heavy Metal tradicional: «Objection Overruled». Y así como regresó el pequeño cantante con su vestimenta militar, también volvieron los riffs aguerridos, los solos afilados, las voces estridentes, los estribillos marchosos y melódicos, y esa forma de entender el Heavy Metal que siempre han tenido los teutones. Cortes como “Protectors of Terror”, “Slaves of the Metal” o “I Don’t Wanna Be Like You” son una vuelta al sonido tradicional de los 80’s, y nos dejan una obra imprescindible para los amantes del género. Luego la labor prosiguió en terreno hostil exitosamente, con obras como “Death Row” (1994) o “Predator” (1996), dos discos de verdadero Heavy Metal, sin concesiones!

Deep Purple
Una de las bandas más influyentes e innovadoras en la historia del Rock y el Metal, tampoco iba a dejarse llevar por las tendencias comerciales del momento. Si bien estaban pasando por una época convulsa y compleja con el regreso de Ian Gillan, némesis del gran maestro Ritchie Blackmore, para la gira aniversario (Turner fue expulsado sorpresivamente con las maquetas listas para grabar, lo que disgustó mucho al segundo) el choque entre estas dos grandes personalidades no sería excusa para que sacaran un gran trabajo, coherente y fiel a sus raíces, pero con un ajuste hacia una vertiente un tanto más metalera que los discos anteriores, entre poderoso e intrépido: “The Battle Rages On”. Y sí, la batalla continuaba… No podía ser para menos, estamos ante la resurrección del Mark II: Gillan, Blackmore, Glover, Lord y Paice.
Si bien no se vendió como se vendieron sus antecesores, este disco fue muy aclamado por la crítica especializada y muy bien recibido por los viejos seguidores de Purple, muchos de los cuales no habían estado contentos con el resultado de su disco anterior “Slaves and Masters” (en una senda más melódica y con una clara intencionalidad comercial, bien de fines de los ’80s), y ahora veían nuevamente a sus referentes sacar un trabajo acorde a la historia de la banda. Tiempo después Blackmore se alejaría definitivamente del grupo causando estupor en los seguidores, y siendo reemplazado primero por Joe Satriani y luego por Steve Morse, con quien graban “Purplendicular” (1996) y “Abandon” (1998); igualmente el resultado fue digno, y la banda pasó la década manteniendo su esencia, sin ningún intento de modernizarse con experimentos desafortunados.

Mercyful Fate
Otra agrupación que decidió regresar con su formación original cuando el género más lo requería fue la liderada por el carismático King Diamond, quien dejaba por un momento de lado su exitoso proyecto solista, que nos trajo obras geniales como “Abigail” (1987) o “Them” (1988). Definitivamente “Melissa” (1983) y “Don’t Break The Oath” (1984), sentaron algunos de los pilares del Metal Europeo nueve años atrás, y 1992 fue el año elegido por los daneses para continuar con sus tenebrosas obras musicales. Así lanzan al mercado en 1993 el majestuoso “In the Shadows”, que con solo los primeros acordes de “Egypt” y las hechizantes voces del genio del terror, nos hacían olvidar esos casi de 10 años de ausencia. Una verdadera obra en todo el sentido de la palabra, con la teatralidad y la oscuridad que solo el rey diamante y sus huestes saben ofrecer, a fuerza de filosos riffs, grandes cortes, bases pesadas, sutiles arreglos de teclados y las voces duplicadas del histriónico maestro.
Aquel gran disco representó un paso adelante en la discografía de Mercyful Fate, pero no quedó ahí, ya que también fue el puntapié inicial para la década más productiva de esta banda fundamental, con discos inoxidables como “Time” (1994), “Into the Unknow” (1996), “Dead Again” (1998) y “9″ (1999), todos totalmente ajenos a lo que pasaba en la industria musical, y donde no faltaron los paisajes terroríficos, las voces de ultratumba, las loas a Satanás, acertadamente decorados por densos machaques de guitarra entrelazados con las filosas y tétricas melodías del eximio maestro de las seis cuerdas Hank Shermann.

Savatage
La banda de los hermanos Oliva es un proyecto que nos dejó obras indispensables en toda batea discográfica para los amantes del género (estuvimos repasando su gloriosa carrera en el número 10 de nuestra publicación gráfica), y los ’90s tampoco iban a ser la excepción. Luego de dejarnos una verdadera obra maestra musical como “Gutter Ballet” (1989), comienzan esta nueva década sacando el disco conceptual “Streets: A Rock Opera” (1991), que si bien no fue mal disco sí fue bastante irregular, con mucha presencia de los teclados de Jon, en detrimento de las guitarras de Criss, intercalando entre baladas, temas orquestales de más de siete minutos, y entre poco y nada de aquellos potentes y afilados riffs de los discos de antaño. Con un resultado magro, el hermano mayor decide dar un paso al costado como vocalista, para dar su lugar a Zack Stevens, y ocupándose de lleno a la producción, composición y participación en los teclados.
Así en 1993 sacan “Edge of Thorns”, una de las piedras angulares de su discografía, de nuevo con un gran protagonismo por parte de Criss, pero encauzado hacia una faceta más progresiva y sinfónica, apoyado por la elegante vocalización de Zack, a quién el mismo Jon entrenó para este trabajo. La tragedia enlutaría a los sureños semanas después con la sorpresiva muerte de su guitarrista y fundador, pero en vez de marcar el final que todos esperaban, Jon decidió mantener a Savatage vivo, como una forma de mantener vivo a su hermano, y mantuvo una década nutrida de grandes trabajos de estudio (todos conceptuales, en la linea de ópera rock, y dedicados a la memoria de Criss) como “Handful of Rain” (1994), “Dead winter Dead” (1995) y “The Wake of Magellan” (1997), cada uno de ellos bastante celebrado por los críticos musicales especializados en el género y apoyado por sus seguidores.

Riot
Otra de las bandas mas subestimadas de la escena, que han capeado cada tormenta y contragolpe que ha azotado al mundo del Metal con un vigor incondicional, a la par de los recién mencionados Manowar o Accept, son los dirigidos por Mark Reale, quienes entran a esta nueva etapa con la salida de su cantante Tomy Moore, y llegan en medio de una encrucijada interna: Disolver la banda, mantener la linea compositiva de los ’80s, o adaptarse a la nueva ola reinante… pero finalmente ninguno de estos caminos fue el elegido. Con el ingreso de Mike Di Meo, un vocalista muy distinto al anterior, que poco antes había sido tentado por Blackmore para integrarse a Deep Purple (incluso llegó a grabar algunos demos con el bajista y productor Roger Glover), en 1993 lanzan su octavo trabajo de estudio “Nightbreaker”, el cual significaría el comienzo de la nueva era para Riot, donde deciden hacer ciertos ajustes compositivos, y se vuelcan más hacia los senderos del Hard Rock y del Power Metal, pero sin renegar de su pasado.

Dicha línea compositiva continuaría durante toda la década de los ’90, con lanzamientos como “The Brethren of the Long House” (1996), donde ya se los ve más afianzados en esta nueva vena power-hard rockera, apoyados en la calidad vocal de Di Meo (más en la linea de cantantes como Tony Martin o Coverdale), y la intensa creatividad de Reale, para en 1998 entregarnos la gran obra “Inishmore” y un año más tarde cerrar esta productiva década con el completo y potente “Sons Of Society”. Sin dudas que estos neoyorquinos nos dejaron buenas razones para confirmar por qué Riot (hoy, a casi diez años de la muerte de su lider, Mark Reale) es una verdadera leyenda del Metal.

Seguramente hubo más agrupaciones que mantuvieron la llama sagrada del Heavy Metal y del Hard Rock levantada en aquellos años a escala global, y muchas más que no lo pensaron dos veces a la hora de traicionar sus convicciones, para seguir bajo la vista del eterno ojo del Mercado y la fama pasajera. Pero hasta aquí llega este pantallazo que intenta reivindicar a aquellos artistas que apostaron cabalmente por este estilo, que más que un género musical es un movimiento artístico y cultural, en momentos donde todo parecía casi perdido. A ellos es que debemos en parte el renacimiento a inicios del nuevo milenio de la movida metalera mundial, que aun al día de hoy parece gozar de buena salud, pero eso ya es parte de otro capítulo…

  • Publicado originalmente en revista Vientos de Poder n°12
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Agustin Di Mauro

Licenciado en Ciencias de la Información (UNC), especializado en medios gráficos y digitales. Redactor y editor de Vientos de Poder desde 2012. Melómano apasionado del Metal. ¡Más Judas Priest, menos Poison!

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